Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 40

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Capítulo 40 Lastimando a Ana

A Galena se le llenaron los ojos de lágrimas al ver a la pequeña Ana corriendo hacia ella. Este día había visitado la Mansión Castellanos con la esperanza de ver a Ana, pero los Castellanos se habían ido a acampar.

Galena recordaba una época, cuando Liliana aún no había aparecido en la vida de los Castellanos, en la que, con dificultad, encontraría a alguno de los Castellanos juntos, ly ahora se iban a acampar juntos! Si hubieran estado tan unidos la última vez, quizás Luis y ella no se habrían distanciado. Hoy estarían más unidos que nunca.

-IMami!-La dulce voz de Ana interrumpió los pensamientos de Galena.

Sonrió al ver a su hija y extendió el brazo hacia ella

-IMI querida hija! -exclamó,

Ana corrió emocionada a abrazar a su madre, ya que había estado unida a Galena desde que era una bebé. Los ojos de Galena volvieron a llenarse de lágrimas mientras abrazaba a su hija con fuerza. Habían pasado dos días desde la última vez que se vieron.

-¿Acaso Ana la extrañaba tanto como ella a su hija se preguntó.

-¿Has comido bien estos dos días, Ana? ¿Has dormido bien? -preguntó Galena,

Ana lo pensó un momento antes de sacudir su cabecita.

-Los abuelos dicen que solo puedo comer durante la comida y la cena. Después de eso, no hay más comida.

-¿Ni siquiera si tienes hambre?-preguntó Galena con incredulidad.

Ana volvió a negar con la cabeza. Había aprendido por las malas que no tendría comida si comenzaba con una rabieta, así que en la actualidad siempre comía a su hora.

-¿Cómo pudo hacerte eso? ¡Todavia eres una niña en crecimiento! -A Galena le dolía el corazón por la situación de su hija-. Es normal tener hambre durante las comidas. No deberían matarte- de hambre. Ana, vámonos de aquí. Volveremos a casa de la abuela.

Galena estaba dolida y enfadada a la vez. Solo llevaba dos días afuera y ya estaban maltratando a Ana. Sin embargo, Ana se dio la vuelta para ver la Mansión Castellanos a sus espaldas antes de volver a ver a su madre.

-Mami, no quiero irme. Quiero quedarme aquí y jugar-le dijo a Galena.

Galena quedó aturdida. No entendía por qué Ana quería quedarse con esa gente que le hacía pasar un mal momento en esa casa. Suspiró y puso un rostro de tristeza.

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-Ana, ¿ya no quieres a mami? -Intentó hacer sentir culpable a su hija.

Como era de esperar, Ana negó sacudiendo la cabeza con vehemencia:

-¡Sí, te quiero!

-Muy bien, vámonos entonces. ¡Mami te llevará al parque de diversiones! -Galena persuadió a su hija.

Para su sorpresa, Ana hizo un puchero y se negó a ceder:

-¡No quiero!

Ana solo quería quedarse aquí y jugar. Mamá nunca la dejaba hacer lo que ella quería.

-Vamos, Ana, podemos volver aquí pronto, ¡pero tenemos que irnos ahora!

Galena trató de persuadir de nuevo a su hija. Empezaba a sentirse ansiosa cuando vio que Luis y el resto de los Castellanos se acercaban.

-¡No, no quiero ir! -gritó Ana-. ¡No quiero ir! ¡Quiero jugar aquí!

-Galena, ¿ya terminaste de causar suficientes problemas?

Los fríos ojos de Luis veían de frente a la mujer que se negaba a firmar los papeles del divorcio o a presentarse ante el tribunal. Como resultado, solo podía solicitar un divorcio contencioso que requeriría al menos tres meses de espera.

Como Galena no podía esconderse de su exmarido, decidió enfrentarse a él de una vez.

-¿Qué problemas? ¿Ahora ni siquiera puedo ver a mi propia hija? -desafió mientras agarraba la mano de Ana-. Ana, si quieres quedarte aquí a jugar, yo puedo quedarme aquí contigo.

Ana forcejeó para liberar su mano del agarre de su madre.

-¡No quiero jugar con mami! ¡Quiero jugar con Liliana! —gritó.

Galena estaba furiosa mientras intentaba arrastrar a la pequeña Ana hacia el lago.

“¿Jugar con Liliana? ¡Esa niña solo será una mala influencia para Ana! ¡Sole han pasado dos días y ahora mi propia hija se niega a ir conmigo! Los Castellanos no son mejores. ¡Debieron hablar mal de mí delante de Ana para que Ana me odie!».

Ana, Liliana es una niña mala. Se interpuso en la relación de tu mami y tu papi y nos separó. Si no fuera por ella, serías la única princesa de la Familia Castellanos, igual que tu tía Julieta, ¡Todos la querían y le conseguían todo lo que quería! -Galena sermoneó a su hija—. ¡Y tu abuela, esa maltratadora de niños! ¡Olvídate de ella cuando crezcas! Debes recordar que mamá es la única persona que te quiere y te tratará bien….

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Ana sollozaba con tristeza, asustada y conmocionada por todo lo que estaba ocurriendo a su alrededor. En ese momento, una mano fuerte y masculina se estiró para agarrarle la otra mano que no estaba sujeta por Galena. Luis Castellanos era un hombre de pocas palabras y hablaba más a través de sus acciones mientras tiraba de Ana hacia él.

Ana sintió como si estuviera a punto de partirse en dos mientras sus padres se peleaban por ella. Soltó un gemido desgarrador.

-¡Sueltala! Ana está sufriendo! -gritó Galena, pero tiró de Ana hacia ella aún con más desesperación.

Luis soltó la mano de Ana de repente, haciendo que Ana perdiera el equilibrio y cayera al suelo. Sin dudarlo, Antonio Castellanos y sus hermanos se acercaron y rodearon a Galena y a Ana. Hugo Castellanos empujaba a Beatriz en una silla de ruedas. Todos vieron a Galena con las cejas levantadas.

¿Cómo se atreve a presentarse frente a nosotros después de haber sido expulsada?», se preguntaron.

-¿Por qué siguen ahí de pie? -gritó Antonio-. ¡Traigan a Ana aquí!

En un segundo, Luis dio un paso adelante de nuevo, pero Galena se aferró a Ana con más fuerza.

-Ya me quitaste todo. ¿Qué más quieres? ¿Quieres empujarnos a Ana y a mí por la cornisa? gritó.

A Luis le crujían los nudillos de tanto apretar los puños y la vena verde del brazo le palpitaba mientras intentaba controlar su temperamento. Su móvil sonó de repente y atendió la llamada en cuanto vio el identificador.

-¡Hola, Señor Castellanos! Somos 110… -pronunció la llamada.

Luis escuchó la llamada, pero su gélida mirada seguía clavada en Galena.

-Entonces, vengan en este instante -dijo en tono cortante antes de terminar la llamada.

Galena, que había escuchado la breve conversación, tuvo un mal presentimiento.

-Suelta a Ana ahora mismo -ordenó Luis, con voz fría y amenazadora.

Galena sopesó sus opciones. Mientras veía el lago desde lejos, se le ocurrió una idea. Si no iban a dejar que Ana se fuera con ella, no le daban otra salida. Galena cargó a Ana en brazos con un rápido movimiento y se irguió, ignorando a una Ana que se retorcía entre sus brazos.

-Son ustedes, los Castellanos, los que me obligaron… -amenazó de modo siniestro.

Liliana había estado escondida detrás de Beatriz todo este tiempo, observando el drama en silencio. Sujetaba su pequeña espátula, con los ojos llenos de sospecha y curiosidad.

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<<El tío Luis y la tía Galena siempre tienen un humo negro que envuelve sus rostros de manera siniestra, pero esta vez se extendió a sus cuerpos. ¿Qué es ese humo negro?».

Pablo se paró al lado de Liliana, entrecerrando sus ojos.

-Um… así que quiere morir junto a su hija, o eso parece. -Sacó un pequeño cuaderno de su bolsillo y lo hojeó-. Aún no es su hora de morir, pero habrá algún tipo de autocastigo de por medio… -Observó.

Eso significaba que, de hecho, Galena estaba arrastrando a Ana al lago con intención de suicidarse, o tal vez lo utilizaba como método para amenazar a los Castellanos. Liliana se veía más confundida que nunca.

-¿Qué es el autocastigo, Maestro? -le preguntó a Pablo.

Pablo cerró el libro y lo sostuvo en la palma de la mano. El libro desapareció en un instante en el

aire.

-Significa que se va a suicidar-explicó con naturalidad.

Una atónita Liliana observó a Galena una vez más.

-La tía Galena va a llevar a Ana para que se suicide?! -preguntó en voz alta.

A la Señora Castellanos estaba a punto de darle un infarto.

-¡Que alguien la detenga! -gritó.

El rostro de Galena se deformó. Su plan había sido frustrado, ¡y frustrado por una niña llamada Liliana Juárez, nada menos! No tuvo otra opción que correr hacia el lago a toda velocidad, llevando a Ana con ella. No obstante, los hermanos Castellanos ya conocían su plan y eran mucho más rápidos y fuertes que ella. La alcanzaron con facilidad y la apresaron. Galena aún sujetaba a Ana por el cuello.

-¡No se acerquen más! -les gritó-. ¡¿Por qué todos tienen que arrinconarme, por qué?!

Se tambaleó hacia atrás hasta el borde de la carretera, llorando con todo el sentimiento. Sentía que el mundo le debía una disculpa. Todo lo que quería era convertirse en una digna Señora Castellanos. ¿Qué había hecho mal? El incidente de hace seis años ya había pasado. ¿Era en verdad tan imperdonable?

¡Pip! ¡Pip!

El sonido de la bocina de un auto devolvió la atención de Galena a la realidad. Vio una ventana de oportunidad y la aprovechó, corriendo hacia el auto mientras llevaba a Ana en brazos.

El corazón de Luis se detuvo al contemplar la escena que tenía frente a él. No había forma de que pudiera llegar a Galena o a Ana a tiempo. De repente, una pequeña espátula salió volando de la

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nada.

iZas!

Era el sonido reverberante de la espátula golpeando a Galena en la nuca.


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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