Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 34

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Capítulo 34 Correr a Galena

-Por favor, permítame ayudar con el pastel, Señora Castellanos.

Ma

se veía preocupada. Beatriz negó moviendo la cabeza:

-Es lo menos que puedo hacer por Liliana.

Beatriz siempre quiso preparar la comida favorita de Julieta después de que se pusiera mejor, pero Julieta nunca lo hizo. Ahora que la hija de la mujer estaba aquí, Beatriz sentía que debía hacer todo lo posible por cuidar de Liliana.

Margarita suspiró. Beatriz estaba a punto de sacar el pastel cuando Liliana entró corriendo en la cocina.x

-¡Abuelita! -Liliana corrió hacia Beatriz.

-¿Qué pasa? -preguntó Beatriz.

Antes de que Liliana pudiera responder, la voz de Galena resonó en la cocina:

-¡Liliana! ¿A dónde crees que vas?

Beatriz frunció el ceño.

Galena entró en la cocina y se sorprendió al ver a Beatriz allí. Observó a la mujer con los ojos muy abiertos.

-¡Beatriz! Estás aquí.

-¿Dónde más podría estar? -Beatriz hizo una mueca-. ¿Qué intentas hacer a mis espaldas?

-No estoy haciendo nada a tus espaldas. -Galena se asustó-. Solo le estaba pidiendo a Liliana que recogiera el corazón de la manzana que tiró al suelo, pero ella usó un lenguaje inapropiado conmigo. A mí no me pareció correcto, así que quise explicarle el porqué. Fue entonces cuando se escapó a la cocina -dijo Galena.

-¡Tonterías! -Beatriz lanzó sus guantes de cocina a Galena, fulminándola con la mirada-. ¡Desaparece de mi vista! ¡No quiero verte aquí!

Beatriz no creyó ni una palabra de lo que dijo Galena y no le cabía duda de que, si ella no hubiera estado aquí, Galena habría tenido el descaro de golpear a Liliana. Galena estaba furiosa. Liliana sabía que Beatriz estaba en la cocina e hizo que Galena la siguiera hasta allí.

«¡Qué malcriada tan intrigante!».

Galena volvió a intentarlo y dijo:

-Beatriz, no está bien malcriar a Liliana. Ya debería aprender a distinguir el bien del mal a esta edad.

A Liliana

se mordió el labio y observó a Beatriz y a Galena.

-No creo haber dicho nada malo. Tía Galena dijo que yo le traía mala suerte, pero es su sombra inclinada la que le trae mala suerte. Le conté el hecho y quiso castigarme por ello.

A Beatriz se le cayó el rostro de vergüenza. Se dio la vuelta hacia Margarita y dijo:

-¡Recoge las cosas de Galena y tiralas! Ella ya no pertenece a nuestra familia.

Galena no podía creerlo.

-¡Como quieras! ¡Deja que Liliana haga y diga lo que quiera! ¡Nunca aprenderá y siempre será una mocosa malcriada!

Salió dando pisotones de la cocina y se fue directo a su dormitorio. Galena cerró la puerta después de salir.

«¡Nadie puede obligarme a marcharme de aquí!».

Estaba más claro que el agua que la pequeña malcriada dijo esas cosas de manera deliberada para poner a Beatriz en contra de Galena, pero todo el mundo se limitó a dejar que Liliana hiciera y dijera lo que quisiera. Al mismo tiempo, Beatriz se enfureció.

-¡Maldita bruja! No nos permitió sermonear a sus hijos y, sin embargo, se tomó el atrevimiento de sermonear a mi Liliana.

Margarita tosió y le recordó a Beatriz que Liliana estaba en la misma habitación. Liliana tocó con suavidad la espalda de Beatriz y le dijo:

-Está bien, abuelita. Por favor, no te enfades.

Liliana sintió tristeza por haber disgustado a su abuela. Le había prometido a su mamá que la haría feliz, pero había fallado. Beatriz suspiró y decidió que se ocuparía de Galena después de esto. Le llevó pastel a Liliana y esperó a que se durmiera para ir a arreglar el asunto con Galena.

-¿Dónde está Galena? -le preguntó a Margarita.

La mujer contestó:

-Salió a buscar a sus hijos, Señora Castellanos.

Galena se había escabullido cuando Beatriz esperaba a que Liliana se durmiera.

-¿Ya juntaste todas sus cosas? -preguntó Beatriz.

Margarita asintió:

-Si, ya lo hice.

Antes de que Beatriz pudiera ordenarle a Margarita que tirara todas las cosas de Galena a la calle, se escuchó a Ana llorar en la entrada de la mansión.

-¡No! ¡No quiero!

Zacarias entró en la casa, molesto. Saludó de manera apresurada a Beatriz y se metió en su habitación. Margarita llevó a toda prisa a Beatriz a la entrada para ver qué ocurría. Se podía ver a Galena intentando consolar a Ana en la entrada.

En su camino de regreso, por miedo a que la echarin de la Familia Castellanos, Galena le pidió a Ana que le diera un masaje a Beatriz y que le diera uno de sus juguetes a Liliana. Cómo era de esperar la petición molestó a Ana, que se puso a hacer berrinches, como Galena esperaba. Era la mejor manera de distraer a Beatriz. Galena fingió consolar a Ana.

-Está bien, Ana. Por favor, no llores y me pongas triste.

Sin embargo, Ana lloró aún más fuerte. Beatriz vio a las dos en la entrada y se irritó. No era la primera vez que Ana intentaba conseguir lo que quería llorando y haciendo rabietas. Hoy no funcionaria.

-¡Quédate ahí y llora todo lo que quieras! -Beatriz frunció el ceño ante Ana y le ordenó a Margarita que llevara una cubeta-. ¡No dejes de llorar hasta que tus lágrimas llenen esta cubeta!

Ana se sobresaltó y dejó de llorar por un breve instante. Galena la hizo a un lado y se enfrentó a Beatriz.

-¿Qué estás haciendo, Beatriz? ¡Estás asustando a Ana!

Con el apoyo de su madre, Ana siguió llorando y haciendo berrinches. Beatriz se veía imperturbable. Decidió que este día tenía que darles una lección y que nadie podría detenerla.

-Margarita, tira todas sus cosas a la calle -ordenó Beatriz.

Margarita llevó a toda velocidad todas las cosas de Galena a la entrada y las tiró a la calle. Galena se quedó estupefacta. No podía creer que Beatriz le hiciera algo así delante de sus hijos. Siempre había utilizado a Ana y a Zacarías para distraer a todo el mundo cuando se metía en problemas, y siempre había funcionado.

-Entiendo que estés enfadada, Beatriz

estés enfadada, Beatriz -Galena intentó calmar a la mujer-. Sin embargo, no es bueno hacer esto delante de los niños.

-Ya no perteneces a este lugar -dijo Beatriz con frialdad-. ¡Vete de aquí ahora mismo!

El rostro de Galena se entristeció: Beatriz ordenó a los guardias que la echaran. Galena se puso


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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