Capítulo 33 Oculto dentro de la estatua
De la estatua destruida cayó una mano esquelética que sostenía algo envuelto en un papel. Luis abrazó a toda prisa a Liliana y le tapó los ojos ante la espeluznante escena. Eduardo se quedó atónito un momento antes de recobrar la compostura.
-Luis, creo que deberías llevar primero a casa a Liliana.
-¡Quiero quedarme aquí! -protestó Liliana, pero fue en vano.
—Liliana, lo siento, pero no puedes quedarte aquí dijo Luis. Sin dudarlo ni un momento, la tomó en sus brazos y la llevó a casa-. Liliana, ¿por qué no te vas a casa a jugar con la abuela? Deja que el tío Eduardo y yo nos encarguemos de la estatua. -Después de una breve pausa Luis continuó―: Recuerda, si alguien pregunta, diles que fue el tío Eduardo quien destruyó la estatua por accidente.
-¿Por qué? -Liliana estaba perpleja-. No lo hizo el tío Eduardo. ¿Por qué tengo que mentir?
Luis frunció el ceño y dijo:
-Escúchame por una vez, ¿de acuerdo?
Liliana se encogió de hombros.
-Está bien.
Luis llevó a Liliana a casa y se marchó un instante después. Mientras Beatriz estaba afuera preparando la comida, Liliana le preguntó a Pablo:
-Maestro, ¿por qué tengo que mentir sobre la destrucción de la estatua? Mentir está mal.
Sin levantar la vista del libro que tenía en las manos, Pablo respondió con indiferencia:
-¿Has escuchado hablar de las mentiras piadosas? Mentir no siempre es malo. Tus tíos solo intentan protegerte pidiéndote que mientas. Si la gente se entera de tu extraordinaria fuerza, te van a tratar de cortarte en pedazos.
-¡No! -Se asustó Liliana-. ¡Por favor, no dejes que me lastimen!
«¡No soy comida! ¿Por qué querría alguien partirme en pedazos?».
Beatriz se veía divertida.
-¡No seas tonta! Nadie te va a cortar en pedazos -dijo, entregándole una manzana a Liliana-. Toma, cómete una manzana y todo estará bien.
Liliana agarró la manzana y vio a Pablo, desconcertada. Pablo sacó el tarro de las almas e invocó a
un espiritu femenino. Le preguntó al espíritu:
-¿Por qué está tu mano escondida dentro de la estatua?
Pablo no se había dado cuenta de que el espíritu tenía una mano cortada porque ella le había ocultado toda la información sobre cómo había muerto. Ahora estaba claro que intentaba recoger su mano amputada para que su alma pudiera descansar en paz.
-Sostenía mi dinero cuando me mataron y mi mano se separó de mi cuerpo -respondió con tristeza-. No podía descansar en paz sin mi mano. Llevo cinco años vagando por el reino de los mortales, intentando recuperar mi mano.
Pablo volteó a verla.
-Sabías que no era solo sal, ¿verdad?
El espíritu se quedó con la boca abierta. Pablo continuó:
Lo sabías, pero aun así lo hiciste por dinero. Tuviste lo que te merecías.
No tenía ni idea de cómo había llegado su mano cortada al interior de la estatua, pero si la policía encontraba la mano y la bolsa de dinero, rastrearían las huellas hasta Galena en muy poco tiempo.
A Liliana no le interesaba su conversación. Arrancó un trozo de manzana y se lo dio a Poli. Poli engulló con alegría el trozo de manzana. Cuando ambos se terminaron la manzana, Beatriz se levantó para llevarles un postre. Liliana sonrió.
-¡Gracias, abuelita!
Una vez que Beatriz ya estaba lejos, Liliana lanzó el corazón de la manzana a Poli y le dijo de manera juguetona:
-¡Cómete esta m*erda, Poli!
El loro se negó y repitió después de ella:
-¡Cómete esta m*erda!
A Pablo le hizo gracia. Liliana había cambiado mucho y ahora se veía feliz. No se dio cuenta de que Galena había entrado en la casa.
-Nada de palabrotas en casa, Liliana. -Galena se enfadó.
Poli tiró el corazón de la manzana a sus pies y la mujer se enfureció. El rostro de Liliana se entristeció.
-Lo siento, tía Galena.
-INo traes más que mala suerte!
Galena la fulminó con la mirada. Esta pequeña infeliz había destruido su relación con Luis y ahora todo el mundo quería que él se divorciara de ella. La abuela solía decirle lo mismo a Liliana. Entonces Liliana no tenía valor para protestar, pero ahora sentía que debía decir algo.
-No, estás equivocada. Tienes mala suerte porque tu sombra está inclinada. Yo no tengo nada que ver con la mala suerte de nadie.
«Siempre que el abuelo, la abuela o papi han tenido mala suerte, sus sombras estaban inclinadas».
Liliana sabía que era la verdad, pero a Galena no parecía gustarle. Galena tiró su bolso con un fuerte golpe.
-¡Esto es inaceptable! ¡No te atrevas a hablarme así!
«¿Se cree esta infeliz que tiene derecho a darme lecciones? ¡Cómo se atreve!».
Galena señaló a Liliana con el dedo!
-¿Acaso no te han enseñado buenos modales? ¡Cómo te atreves a contestarme así! Estoy haciendo todo esto por tu propio bien, ino te das cuenta?
Liliana se mordió el labio y negó con la cabeza.
-No, no lo haces. Solo lo haces por tu propio bien.
Galena estaba indignada. Observó a su alrededor para confirmar que Hugo y Beatriz no estaban por allí antes de castigar a Liliana. Sabía que Beatriz tenía cita con el médico en este día.
-¡Levántate! -le ordenó Galena a Liliana.
Liliana se negó a obedecer. Galena tenía un aspecto aterrador y Liliana sería una tonta si se quedaba quieta para que la castigara. Liliana tomó a Poli y salió corriendo de la habitación.
Galena gritó:
-¡Deja de correr!
Liliana la ignoró y corrió hacia la cocina. Galena sabía que no valía la pena perseguir a Liliana, pero estaba tan enfadada que tenía ganas de explotar. Necesitaba una forma de liberar su coraje.
-No seas tonta, Liliana -dijo Galena en voz alta-Te encontraré tarde o temprano. Nunca podrías huir de mí.
Se aseguraría de que Liliana supiera que no debía faltarle al respeto nunca más.