Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 32

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Capítulo 32 Mostrando a su sobrina

A Pablo le dio un salto el corazón. Miró a Liliana con asombro.

«No puede ser, ¿es solo una coincidencia?».

Se aclaró la garganta y dijo:

-Regrésala al tarro. Todavía recuerdas el Hechizo de Cambio de Alma, si no…

Antes de que Pablo pudiera terminar sus palabras, Liliana levantó la mano y tomó algo de la ventana. En un momento, el espíritu femenino volvió al tarro. Pablo se tocó la nariz sin pensarlo.

“¿Qué clase de hechicería es esta…?».

Entonces, Luis le entregó un vaso redondo que contenía leche:

-Bébetelo, Liliana.

Liliana tomó el vaso de forma cortés y dijo:

-¡Gracias, tío Luis!

Luis sonrió a Liliana con orgullo. Aunque tenía dos hijos propios, rara vez pasaba tiempo con ellos. Admitía que no era un buen padre. Se sentía culpable cuando pensaba en sus propios hijos. Acarició con suavidad la cabeza de Liliana y le preguntó sin pensar:

-Liliana, ¿crees que debería divorciarme de tía Galena?

Liliana lo miró y preguntó de modo inocente:

-Tío Luis, ¿por qué se casa la gente si de todos modos se va a divorciar?

Ella sabía lo que significaba «divorcio». Era un término que su padre mencionaba con frecuencia. En aquel momento era demasiado joven y no comprendía en verdad su significado. Pero ahora lo entendía; divorciarse es casarse con otra mujer. Liliana no entendía las costumbres de los adultos. Al principio era decisión propia casarse con una persona, ¿por qué iban a cambiar de opinión al final? Luis se sobresaltó ante su pregunta y no supo qué responderle. Arrugó los labios y dijo con suavidad:

-Bueno, es porque la tía Galena estaba embarazada de Zacarías en aquel entonces.

Luis sabía que fue una elección consciente, pero lo único que le molestaba era que no tuvo ni idea de que lo engañó hasta después de que nació Ana. En ese momento, Julieta estaba muy enferma e incluso desapareció. Él no tenía la mente como para pensar tanto. Liliana arrugó la frente y preguntó:

-¿Por qué la tia Galena estaba embarazada de Zacarías? ¿Te gusta la tía Galena?

Luis negó con la cabeza:

-No, no la quiero… ¡Supongo!

Liliana enmudeció ante su respuesta y lo miró furiosa. A Luis le extrañó su mirada agresiva y le preguntó por qué.

-No quieres a la tía Galena, pero ella dio a luz a tu hijo, Zacarías. ¿Eres tú lo que llaman un mujeriego? -preguntó Liliana con cara de póquer

Luis se quedó estupefacto ante la pregunta y no supo qué decir:

-Eh…

-Está bien, tío Luis. Lo comprendo.

Liliana acarició la espalda de Luis con compasión. Luis estaba muy confundido por su cambio de opinión.

«Es una niña. ¿Qué sabe ella?».

Justo cuando iba a decir algo, Eduardo regresó de la obra.

-¡Liliana, ven aquí, cariño!

Eduardo estiró los brazos e iba a cargar a Liliana sin quitarse el casco de seguridad, por no decir que también estaba empapado en sudor.

-Ve a limpiarte.

Luis le apartó las manos de un manotazo. Eduardo lo ignoró y sacó a Liliana del despacho.

-Liliana, ¿no es demasiado aburrido aquí? Vamos, te llevaré a la obra -dijo Eduardo entusiasmado.

Acababa de hacer su inspección en la obra. Ahora que terminó de trabajar, lo único que quería era mostrarla a sus colegas. Luis no estuvo de acuerdo con él:

-¡Es demasiado peligroso para los niños, y es solo para empleados!

Eduardo dijo juguetón:

-Nuestra querida también es una empleada. Es nuestra pequeña directora general.

–¡Eso es, soy una empleada!

Liliana asintió con orgullo. Hace un rato, la Tía Fea mencionó que la tía Galena fue a la obra.

Estaba algo escondido. Tenía que ir a averiguarlo. Eduardo estaba encantado. Llevaba a Liliana en brazos y saludó a todos por el camino:

-¡Esta es mi sobrina! Mi sobrina es linda, ¿verdad? Esta es mi sobrina. ¡¿No es adorable?!

Liliana se cubrió el rostro con torpeza. No podía evitar sentirse avergonzada después de ser elogiada y adorada por tanta gente. Sus adorables acciones hicieron que todos se rieran a carcajadas. Eduardo era un hombre rudo que se irritaba con facilidad y tenía mal genio. De forma sorpresiva, se transformó en un hombre de familia, de voz suave y gentil.

¡Increíble!

Eduardo todavía tiene algo de sentido común. Impidió que Liliana entrara en el edificio en construcción. En su lugar, la llevó a la plaza donde se colocaron las baldosas y donde estaba la

estatua.

-Esta plaza está por completo construida, y hay un parque infantil para niños. ¡Vamos allí a jugar!

Luego señaló el rascacielos que tenían delante y que estaba en construcción:

-Ese edificio es de oficinas, y el de al lado, que tiene forma de cuenco, es un centro comercial. Incluso hay un enorme supermercado en el sótano. Yo construí todo esto. ¿Hice un gran trabajo?

-¡Un gran trabajo!

Liliana tranquilizó a Eduardo y le subió el ego. De repente, Liliana señaló la estatua situada en el centro de la plaza:

-Tio Eduardo, ¿qué es eso?

Eduardo miró la estatua y dijo:

-Es una estatua de un fénix, y está hecha de acero inoxidable. Tu tío Luis la diseñó.

Liliana se escapó de los brazos de Eduardo y corrió hacia la estatua.

-¡No corras, es peligroso! -gritó Eduardo,

-Tio Eduardo, ¿tienes un martillo enorme? ¿Me lo lejas ver? -preguntó Liliana.

Eduardo pensó que Liliana estaba en verdad interesada en todo tipo de herramientas como él. La gente solía decir que tenía una afición rara. Ahora que por fin encontró a alguien que compartía el mismo interés, pidió con rapidez a un obrero que consiguiera todo tipo de martillos para Liliana.

–Liliana, puedo decir con orgullo que poseo la mayor cantidad de herramientas de trabajo de este país. Tengo cuatro mil martillos diferentes!

Luis corrió a la plaza cuando terminó de trabajar. Se quedó perplejo cuando vio a un trabajador que jalaba de un carrito lleno de una gran variedad de martillos hacia la plaza.

-¿Qué están haciendo?

Liliana levantó la cabeza y mostró sus mejillas sonrosadas.

-¡Estoy viendo martillos! -dijo emocionada.

Eduardo se puso en cuclillas frente a Liliana y presentó las herramientas con pasión.

-Este es un martillo de madera, y sirve para clavar clavos. Mientras que este es un martillo de piedra… este es un martillo plano.

Todos los martillos que tomó el obrero eran del tamaño de un bebé para que Liliana pudiera sostenerlos. Luis se quedó sin habla. Liliana rebuscaba entre los martillos para encontrar el perfecto. Pablo flotó junto a Liliana y le ordenó:

iTulipán, toma ese y aplasta esta estatua!

-Pero parece demasiado pesado….

Pablo sonrió satisfecho:

-¿Cómo sabes que pesa si no lo has intentado?

Al ver que Liliana estaba tocando un gran martillo, Eduardo dijo emocionado:

-¡Esto es impresionante! Se puede utilizar para demoler muros. Su mango es blando para que se pueda doblar, y tal diseño es para evitar…

-¡Sí, hazlo! -ordenó Pablo.

-¡Tio Eduardo, por favor, préstame tu martillo!

Luis y Eduardo esperaban que ella no pudiera levantar el martillo, ya que se olvidaron del incidente en el que dobló los barandales de hierro con sus propias manos. Pronto, Liliana blandió de forma violenta el gran martillo y lo golpeó una y otra vez contra la estatua.

¡Catapún!

La parte inferior de la estatua se rompió y reveló un gran agujero. Algo misterioso cayó de él, seguido de una nube de polvo. Luis y Eduardo no podían creer lo que veían.


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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