Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 155

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Capítulo 155 Encuentro inesperado ¡Encontré a mami!

En el centro comercial junto al colorido camión de los helados, había uno grande y dos pequeños de pie. Liliana se recargó sobre la vitrina transparente, conteniendo la saliva.

-¡Señora, quiero una bola de yogurt, una de fresa y una de mango!

La mujer de los helados sacó bolas de helado, según el sabor que había pedido. Cada bola era redonda y grande. La copa de helado se llenó con tres bolas de helado de distintos colores. Cuando Liliana lo agarró, primero le dio un mordisco y luego se lo pasó a Ana. Ana veía con ojos brillantes los helados del camión de helados, agitó las manos y dijo:

iNo, no, quiero elegir yo sola!

Liliana volvió a levantar el helado.

-ilnstructor Mendoza, aquí!

A Braulio le hizo gracia, se agachó, le dio un pequeño mordisco y le tocó la nariz con el dedo.

-Llámame papi.

Liliana estuvo de acuerdo.

-¡Papi!

Braulio no pudo evitar sonreír, cuanto más veía a su pequeña, más le agradaba. Pablo flotaba al lado, preguntándose:

-¿Qué tiene de delicioso el helado?

Liliana lo vio con los ojos entrecerrados:

-Maestro, alguna vez ha probado uno? El helado es súper delicioso.

Pablo curvó los labios y dijo:

-Lo que es delicioso, no es más que escoria de hielo.

“No la envidio para nada..

Mientras pensaba, echó un rápido vistazo al helado que Liliana tenia en la mano. Después de pagar el dinero, Braulio siguió apoyado en el jardín, pero esta vez era una grande y dos pequeños. Una joven giró la cabeza mientras caminaba, solo para escuchar de nuevo el golpe contra la puerta. Ana se rio:

-Ja, ja, ja! La joven debió estar viendo mi helado, itenía hambre!

Liliana dijo:

-Creo que podría estar viendo a mi padre.

Braulio dudo:

Los tres amantes de la comida platicaron mientras disfrutaban de los helados. Al verlos comer con gusto Pablo se dio la vuelta sin palabras, se sentó con las piernas cruzadas en el borde del jardín y se resignó a hojear los libros.

¿Que tienen de deliciosos los helados? ¡Será mejor que lea el folleto!».

En los últimos días, estuvo a punto de desenterrar el cuaderno, pero seguía sin dar con el paradero de Julieta.

-¿A dónde se fue? No pude encontrarla junto con Liliana. Qué extraño…. -murmuró Pablo.

En ese momento, la voz de una chica llegó desde el camión de helados de detrás:

-Señor, un helado por favor.

El heladero le preguntó:

-¿De qué sabor lo quieres?

Gema vio el helado original, quería ese sabor. Julieta, pegada al cuerpo, veía con ojos brillantes el helado con sabor a yogurt, fresa y mango. ¡Quería comer! Como resultado, en cuanto Gema abrió la boca, le salió

una frase:

-Una bola de yogurt, otra de fresa y otra de mango.

Gema estaba confundida, ya que, estaba pensando en el sabor original. Cuando Liliana escuchó que alguien tenía el mismo helado que el suyo, giró de inmediato la cabeza.

-¡Guau, es igual que el mio!

Al ver esto, Liliana jadeó. Vio a una joven con una camiseta amarilla y unos pantalones vaqueros de tirantes delante del camión de los helados. Un fantasma yacía sobre su cuerpo… ¡Un fantasma dorado!

Liliana nunca había visto un fantasma que pudiera emitir luz dorada.

-Maestro, ¿qué demonios es eso? iIncluso brilla!

Liliana se le quedó viendo a Julieta sin pestañear, sintiendo una sensación inexplicable en su corazón. En ese momento, Julieta giró la cabeza y vio a Liliana. Los ojos de la mujer se abrieron de inmediato y el helado que tenía en la mano cayó con un ruido sordo. Por casualidad, Pablo también levantó la vista y ante esta mirada, casi se cae del borde del jardín y sus ojos casi se clavan en el suelo.

-¿Qué?! i¿Qué?!

Pablo no pudo quedarse quieto más tiempo, una serie de palabrotas salieron de su boca.

Este brillante fantasma dorado, ¿quién más podría ser sino Julieta?!».

-Oye… cómo te pegaste a otra persona!

Esto no es científico!iEs escandaloso!».

julieta no era un fantasma maliguo, ni tampoco un fantasma feroz, ¿cómo podía poseer a alguien Al ver la laz dorada que iluminaba su cuerpo, Pablo comprendió al instante. Desde cierto punto de vista, no se consideraba posesión fantasmal, se consideraba….

La posesión del amuleto de la suerte?».

Liliana se abalanzó hacia adelante, se abrazó a la pierna de Gema, vio a Julieta detrás de ella con lágrimas en los ojos.

-IMadre!

Gema quedó estupefacta.

-¿Cómo?

«Niña, si quieres comer helado, dimelo…. ino hace falta que me llames mamá!.

Pero Liliana se negó a dejarla marchar, fijando la mirada en ella mientras sollozaba y llamaba a su madre…

Julieta también se quedó aturdida en el momento en que Liliana la llamó madre.

¿Quién es esta niña…?».

De piel clara y regordeta, con grasa de bebé en su carita, muy adorable. Tenía los ojos grandes, las pestañas rizadas, dos pequeñas trenzas y el cabello suelto de la frente, recogido con una pequeña pinza de conejo blanco, que dejaba descubierta la frente redonda.

En un instante, algo pareció desaparecer como un relámpago, pero su cabeza estaba vacía, ¡y seguía sin recordar nada! Le dolía un poco el corazón sin motivo y sintió el impulso de estrechar entre sus brazos a la niña que tenía frente a ella. Julieta luchó por zafarse de Gema, pero aun así no pudo liberarse.

Por otro lado. Ana abrió mucho la boca, con una expresión de desconcierto en el rostro.

Braulio recobró la compostura, se acercó con las piernas largas y dijo:

-Lo siento, esta es mi hija… -Bajó la cabeza para ver a Liliana que llorosa buscaba detrás de Gema, sus ojos parpadearon un poco y dijo con rostro sombrío-: Mi hija acaba de perder a su madre, puede que haya cometido un error.

Gema gimió y dijo:

-Eso es tan… Al ver a la pequeña y triste Liliana, el corazón de Gema se ablando. Dudo un momento y le dio el helado en la mano a Liliana-. Oye, aqui tienes, se te cayó el helado.

Liliana se frotó los ojos y dijo con voz llorosa:

-Entonces te irás…

Justo cuando Gema estaba a punto de hablar, el vendedor del camión de los helados le dijo con dulzura:

Ah, hoy es usted el cliente número mil! Deme un minuto, ile tenemos un regalito!

Gena no lo podía creer.

Vio que el vendedor preparaba a toda prisa otro helado igual.

-Un momento. Compre uno y llévese otro gratis! -dijo con alegría el vendedor.

Gema lo recibió y dio las gracias con expresión aturdida…

«Esto, parece demasiada coincidencia…»,

Junto al jardín, había cuatro personas sentadas. Liliana, Gema, Ana y Braulio. Liliana agarró la mano de Gema y fijó la mirada en su cabeza, en realidad veia a Julieta.

Gema se tocó la frente con curiosidad y preguntó:

-Amiguita, tengo algo en la cabeza?

Liliana negó moviendo la cabeza. Nada, isolo a su madre! Julieta vio de izquierda y derecha para que, en efecto, Liliana la veía a ella y además la llamaba madre.

Señalándose a sí misma, Gema preguntó:

-Amiguita, ime conoces?

La niña hizo de inmediato un puchero con los labios:

-iIncreíble, mamá ya no conoce a Liliana!

Pablo no pudo evitar rascarse la cabeza a un lado.

confirmar

-Esto… quizá sea porque su alma se dispersó por todas partes y perdió la memoria… -Después de hablar, añadió sin dudar-: ¡Pero no importa, encontraremos los otros fragmentos de alma de tu madre y podrá recordar!

Fue entonces cuando Liliana se dio cuenta de que asi sería. Mientras pudieran encontrar otros fragmentos de su madre, podría hacer que esta la recordara, ¿cierto?

Liliana asintió con fuerza:

-¡Sí! No importa si mamá se olvida de Liliana, Liliana ayudará a mamá a recordar…

Gema seguía sin entender

-Ah…

Vio a Braulio como pidiendo ayuda.

iAmigo, cuida de tu hija!-.

Ella era todavía una chica grande con un futuro por delante. Además, tenía un ídolo masculino del que estaba enamorada en secreto, no quería tener hijos por arte de magia…

Braulio entendió algo y después de pensar, dijo:

-Lo siento mucho. mi hija nunca se había puesto así antes, me pregunto si puedo pedirte que nos

acompañes a casa hoy. -Temiendo que la chica lo entendiera mal, enseguida recalcó-: No te preocupes, sus abuelos y varios tios están en casa,

Gema quiso negarse al principio, pero al ver los ojos agraviados de Liliana, no pudo evitar decir:

-De acuerdo…

-¡Entonces vamos! -Braulio se puso de pie.

Pequeña, papá solo puede ayudarte hasta cierto punto. En cuanto a su madre…..

Braulio echo un ligero vistazo por encima de la cabeza de la chica, pero no encontró nada.

 


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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