Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 15

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 15

Capítulo 15 ¿Por qué debería ceder?

Al ver a Ana correr a la habitación de Liliana, Galena la siguió de inmediato. La consoló con suavidad. —Vámonos ya, querida. Esta es la habitación de tu hermana… Poli sacudió las alas entrando en pánico cuando vio a Ana llegar corriendo. Poli graznó: —¡Cú! ¡Cú! ¡La malcriada está aquí! ¡Traigan ayuda! ¡Traigan ayuda! Galena juntó las cejas cuando escuchó eso. ¿No se le habían enseñado modales al perico? ¿Cómo podía llamar a Ana una malcriada enfrente de ella así y ya? ¡Qué grosero! Galena tomó el brazo de Ana y le dijo: —¡Vamos abajo a ver a tu abuela! Ana batalló para separarse del agarre de Galena y gritó con terquedad. —¡No! ¡Quiero al loro! Sin saber de qué otra forma apaciguar a Ana, Galena solo pudo tratar de persuadirla de nuevo diciendo: —Este es el loro de tu hermana, si quieres uno, te lo compraré más tarde. Ana pisó con fuerza, enojada, y gritó: —¡No! ¡No quiero un loro nuevo! ¡Quiero este! Se paró en un banquito y alzó la mano para agarrar a Poli. El loro asustado trató de salir volando, pero Ana logró tomarlo por la pata. Jaló a Poli hacia abajo y lo tomó por el cuello. Con un brillo en los ojos, Ana sostuvo al perico contra su pecho. Ladraba con seriedad: —No te resistas, ¡o te mataré! Poli siempre les había tenido miedo a los extraños y le tomó dos días al periquito acostumbrarse a los tíos de Liliana. En ese momento, el terror se podía ver reflejado en los pequeños ojos verdes del loro. Poli graznó con todas sus fuerzas. —¡Ayuda! ¡Traigan ayuda! ¡Estoy frito! Todos abajo escucharon al loro graznar y Liliana de inmediato salió de los brazos de Beatriz. Corrió arriba sin decir un apalabra mientras Hugo se giró a reprehender a Luis. Le dijo enojado: —Es Ana otra vez, ¿no es cierto? Te he dicho incontables veces que la eduques bien. ¿Qué has estado haciendo todo este tiempo? A Luis, que solía ser callado y reservado, se le enrojeció la cara y batalló con ansiedad para decir algo. Sin poder sacar una palabra, terminó siguiendo a todos los demás mientras corrían hacia arriba. A pesar de sus mejores esfuerzos, Ana no pudo domar al loro, ya que seguía tratando de librarse de su agarre. Incluso logró rasguñar los brazos de Ana con sus garras. En un arranque de ira, Ana arrojó al loro hacia la mesa y gritó enojada: —¿Por qué no te comportas? ¡Te enseñaré! ¡Toma esto! El loro siguió graznando sin parar. Liliana entró a la habitación justo a tiempo para ver el evento que se desenvolvía ante ella. Su rostro se volvió rojo de furia mientras corría como una bestia volviéndose loca. Liliana dijo con enojo: —¿Por qué le pegas a Poli? ¡Déjalo! Después de haber sido consentida y protegida como una princesa toda su vida, Ana jamás había escuchado que alguien le dijera que no. Entonces, cuando Liliana corrió hacia ella para arrebatarle al loro, sintió como si Liliana le quitara algo que le pertenecía a ella. Empujó a Liliana con fuerza y vociferó: —¡Es mío! Sostuvo al loro con tanta fuerza en las manos que parecía que los ojos del pájaro se le iban a salir. Liliana estaba furiosa. Tomó a Ana por la fuerza y la inmovilizó contra el piso con un fuerte sonido sordo. Entonces, alzó los pequeños puños y comenzó a soltarlos en contra de Ana. Sus agitados puños comenzaron a llover sobre Ana, golpeando cada parte de su rostro. Ella solo podía gritar de dolor. Para entonces, el loro ya se había liberado del agarre de Ana y batió las alas asustado. Quedaron flotando plumas en el aire. Por alguna razón, a pesar de ser más grande que Liliana, Ana no pudo defenderse, solo pudo llorar más fuerte. Todos estaban aturdidos. Jamás esperaron que una niña tan obediente como Liliana perdiera la compostura de tal manera. Rápido, trataron de terminar la pelea. —¡Alto! Dejen de pelear… Liliana pudo meter una última patada justo cuando todos terminaron de separarla de Ana. Los berridos de Ana fueron tan fuertes que todos pensaron que podría colapsar el techo en cualquier momento. Zacarías, Darío y Josué se asomaron por la puerta para ver la conmoción. Darío y Josué acababan de regresar a casa. Los tres chicos se quedaron impactados ante lo que se había desatado frente a ellos. Galena estaba afligida y enojada. Le gritó a Liliana: —¿Cómo puedes pegarle a alguien así? En lugar de pegarle, ¡pudiste usar tu boca para hablar, si no querías que tu hermana tuviera al loro! Rápido corrió a abrazar a Ana y trató de tranquilizarla. Con lágrimas en los ojos, Liliana apretó sus pequeños labios y los puños con fuerza mientras decía desafiante: —¡Ella empezó! ¡Ella me pegó primero! Galena respondió enojada: —¿Así que tienes que pegarle también solo porque ella te pegó primero? ¿No sabes que los niños deben ser sumisos y obedientes? —¡Es suficiente! —rugió Hugo, interrumpiendo a Galena—. ¿Cómo te atreves a enseñarles a otros a ser sumisos? Mira a Ana, ¿ella es sumisa y obediente? En este caso, ella fue quien le arrebató a Liliana su loro y le levantó primero la mano. ¿Te atreves a ser la primera en criticar a Liliana? Galena hizo una pausa. A pesar de no decir otra palabra, se desestabilizó por dentro. Sí, ella fue muy dura con sus palabras, pero a su hermosa niña jamás le había pegado nadie desde que nació. Galena jamás le había levantado la voz a Ana. Viendo a Ana adolorida en ese momento, ¿cómo podría ella, como madre, mantenerse callada? Además, era malo pegarle a alguien, ¡pero Ana solo la empujó! ¡No le había pegado a Liliana en absoluto! ¡No era más que una excusa de Liliana para pegarle! Galena miró entonces a Beatriz, quien se abrió paso hacia Liliana en su silla de ruedas. En lugar de reconfortar a Ana, fue a consolar a Liliana. El corazón de Galena se rompió. ¡Ana también era nieta de Beatriz! ¿Por qué no consoló a Ana de inmediato? ¿No sabía lo desconsolada que estaba Ana por ser ignorada? Galena abrazó a Ana con fuerza y dijo: —Buena niña. Aquí estoy. Galena se fue enojada, con Ana en los brazos, enfureciendo incluso más a Hugo. Gritó: —¿Así que yo no puedo criticarla incluso ahora? ¿No ves cuál es el problema? Luis, que había estado en silencio todo el tiempo, por fin habló: —Cálmate, papá. Galena siempre ha sido más sensible con respecto a su hija… Al escuchar eso, Hugo se molestó incluso más, pero no era momento para eso. Se giró y fue hacia Liliana. —¿Estás bien, Liliana? Liliana asintió en silencio, sosteniendo a Poli en sus manos. Las lágrimas podían verse juntarse en sus ojos. Beatriz estaba tan agobiada que las lágrimas comenzaron a brotarle. Abrazó a Liliana y le acarició la espalda mientras le decía: —No llores. Nuestra preciosa Liliana es una niña fuerte… Ahogándose entre sollozos, Liliana dijo: —Fue Ana quien le pegó a Poli primero. Ella no quería ser sumisa y cortés. También era una niña, después de todo. ¿Por qué tenía que ceder ante su hermana cuando Ana fue quien le pegó primero a Poli? Liliana sintió que le habían hecho daño. Ella jamás lloraba cuando le pegaban o la regañaban. Sin embargo, con Beatriz abrazándola y Hugo reconfortándola en ese momento, no pudo retraer más las lágrimas. De repente, Liliana rompió en llanto y sollozó con fuerza, como si estuviera soltando todas las emociones acumuladas que había tenido a lo largo de los años. Los tres niños que se estaban asomando desde la puerta, corrieron en silencio hacia su habitación. Como esperaban, las hermanas solo eran unas bebitas lloronas. ¡No querían bebitas lloronas como hermanas! De regreso en la habitación de Ana, Galena estaba atendiendo las heridas de la niña. Viendo las marcas de rasguños en el brazo de su hija, se enojó de nuevo. En ese momento, entró Luis y dijo: —¿Qué pasa contigo? ¡Ve a disculparte con Ana! —Galena explotó de furia y arrojó la toalla mojada en sus manos al suelo. Contestó—: ¿Qué clase de padre eres, Luis? ¡Nuestra niña fue molestada allá! Mira, ¡sus ojos están hinchados y sus brazos están sangrando! Luis le contestó: —¿Habría sucedido esto si ella no tratara de tomar las cosas de alguien más? Ana lloró más fuerte cuando escuchó eso. Al escuchar sus sollozos, Luis se giró y se fue, molesto. No se molestó en decirles mucho. Tanto Luis como Galena nunca se había llevado bien. Él solo se casó con ella para hacerse responsable por haberla embarazado durante su primer encuentro antes. Hasta ese día, no tenía sentimientos por ella para nada. Solo fue hasta después de que Ana nació que Luis se dio cuenta de que Galena había planeado todo en ese entonces. Él quería divorciarse, pero Galena se rehusó. Incluso la madre de Galena le había sugerido que no se divorciaran por el bien de sus dos hijos. A demás de eso, la Familia Castellanos había estado preocupada localizando a Julieta después de su desaparición, así que su divorcio pasó a segundo plano. Todo lo que Galena podía sentir en ese momento era desaliento. ¿Qué había hecho mal? ¿Estaba mal amar y proteger a su propia hija?


Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

Comment

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Options

not work with dark mode
Reset