Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 147

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Capitulo 147 Pobre espíritu

Priscila esperó el regreso de Antonio hasta la noche. Cuando no apareció, se sintió abandonada. Lloró todo el camino hasta la casa de Saúl, solo para darse cuenta de que él se había mudado. Y luego fue a casa de Fernando, que era el más rico de los tres, Se dio cuenta de que Fernando había cambiado su cerradura y sus pertenencias estaban tiradas frente a la entrada.

El conserje incluso la amenazó con tirar sus cosas a la basura. Por lo tanto, Priscila se vio obligada a arrastrar su equipaje hasta la casa de Sam.

Sam tenía un mal día. Lo habían despedido porque había colado a Priscila, además de descubrir sus mentiras en el mercado. Cuando vio acercarse a Priscila desde lejos, cerró la puerta con llave y decidió volver a su ciudad natal. Por mucho que Priscila le suplicara, Sam nunca le abriría la puerta.

Ahora que nadie la acogia, Priscila queria alojarse en un hotel, pero carecía de dinero para ello. Se sentó al borde de la carretera y lloró. Como la protagonista maltratada que veia muchas veces en la televisión. El arrepentimiento era lo último que tenia en mente. ¿Cuándo apareceria un hombre capaz de aceptar sus defectos?

Un taxi pasó muy cerca de ella, atravesó un charco y salpicó a Priscila con el agua sucia. Un trozo de quién sabe que llegó hasta la boca abierta de Priscila. De inmediato intentó escupirlo. ¿Habia tocado fondo?

Liliana encadenó el Espíritu del Harén a su cama. El espíritu gritó:

-¡Sueltame! ¡Sueltame!

Para ser franco, el Espíritu del Harén era un fantasma femenino. Se sentía mal ponerle una correa.

-Grita todo lo que quieras. Nadie puede escucharte de todos modos -dijo Liliana con suficiencia.

Poli batió las alas y salió de la habitación.

-¡Qué ruidoso! ¡Muy ruidoso!

Josué asomó la cabeza en la habitación de Liliana.

-¿Qué atrapaste esta vez?

Liliana suspiró:

-Josué, no querrás saberlo.

Después de cenar, Liliana jugó un rato con sus juguetes antes de volver a su habitación. El Espíritu del Harén yacía inmóvil. Los gritos constantes la habian agotado.

Entonces, señora, ya estás calmada?

-Argh!-resopló el espíritu.

–De acuerdo. Cuéntame tu historia.

I iltana se puso cómoda en su pequeño sillón a la espera de la hora del cuento. Josué entró por alguna razón. Acomodo su cámara y vio un fantasma con un vestido rojo a través del objetivo. Aterrorizado, Tropezó y corrió al lado de Liliana.

-Me sentaré contigo, Liliana.

Pablo esbozó una sonrisa maliciosa.

-Ya, ya. Dinos cómo moriste.

El espíritu era mucho más dócil ahora. Recordó su momento con Priscila y se maldijo a sí misma.

-Esa chica es repugnante. ¿Lo pueden creer? Soy un espíritu y dejé que ella me llevara.

Pablo y Liliana tenian signos de interrogación sobre sus cabezas.

-Al principio, queria alimentarme de su asquerosa energia. Pero me dejé llevar por su fantasía.

Incluso al espiritu le resultaba embarazoso admitirlo.

-¿Por qué te resististe cuando te capturamos, entonces? -se burló Pablo.

-Esa es otra historia. Si me atrapaban, podrían matarme. Si me escapaba, podía deshacerme de Priscila y poseer a otro juguetito o a una aventurera. Con sinceridad, no tengo ni idea de qué se me metió para que eligiera a Priscila.

Pablo y Liliana no sabían qué decir. No estaban seguros de si debían compadecerse del Espíritu del Harén o no. El Espíritu del Harén se puso a despotricar:

-No tienen ni idea de lo desquiciada que está. Queria alimentarme de su codicia y obsesión. Pero en lugar de eso, ella drenó mi energia sucia. Nunca he visto una chica como ella. Tan delirante. Tan engreida. En verdad piensa que es el centro del universo. Creo que necesita ver a un médico.

Liliana preguntó a continuación:

-¿Cómo moriste entonces? Eres un Espíritu del Harén. ¿Significa eso que eras como la Señorita Melocotón?

-¡No me compares con esa mujer! -El espíritu se enojó. Pero su expresión de enfado se disipó cuando algo mortificante se coló en su mente-. Bueno, yo también fui un poco como ella… Pero mi historia fue mucho peor. ¡Mi ex tomó mi dinero y se fugó con mi otro ex!

¿Qué demonios?.

Esa fue la respuesta que pensaron Pablo y Liliana.

 


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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