Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 141

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Capítulo 141 Necesitas tener sexo

Priscila se sintió más disgustada que humillada, porque los cinco hombres la rechazaron. En su mente. cinco elegantes caballeros se pelearon con la princesa por un pequeño malentendido.

Todos abandonaron el castillo. Mientras la princesa lloraba y los perseguía, se cayó y falleció, Los cinco caballeros regresaron y se arrepintieron por toda la eternidad de su decisión.

-Esto es muy triste..

Priscila lloró todo el camino de regreso a casa. Saúl, que la había estado esperando, la abrazó.

-¿Por qué no contestaste mi llamada?

Priscila sollozó aún más fuerte.

-Saúl, ide verdad es culpa mia? No era mi intención… ¿Por qué me despidió el director? Y los Castellanos tampoco me perdonarán.

-No, no es culpa tuya. Ya, no llores.

Mientras Priscila lloraba, vislumbró su vulnerable pero atractivo rostro en el espejo. Sin embargo, el que abrazaba ahora no podía tener un aspecto más ordinario. Solía pensar que Saúl era atractivo, pero ahora que había conocido a Antonio y a Braulio, Saúl le parecía… aburrido.

Priscila pensó que podía conseguir a alguien mejor que Saúl. Una chica como ella debería estar en los brazos de Antonio o Braulio. Empujó a Saúl y salió corriendo.

-¡Bombón!

Saúl la persiguió, pero no pudo encontrarla en el pasillo. De manera frenética, llamó a un elevador y bajó. En la penumbra de la escalera, Priscila salió. La mujer gimoteó:

-Lo siento, Saúl. No estamos destinados a estar juntos.

Con el corazón roto, Priscila fue a casa de Fernando.

-¿Bombón? -Fernando se sorprendió al verla.

Priscila vio el rostro ordinario de Fernando. Se sintió aún peor. Pero, de todos modos, era demasiado tarde para ir a otra parte. Pasaría la noche llorando en casa de Fernando antes de dejarlo al día siguiente.

Oh, qué miserable vida!..

la

En la habitación de Liliana, Beatriz aplicó una compresa fría en la frente de la niña.

-Yo puedo hacerlo se ofreció Braulio.

Se sentia mal molestando a una anciana por la noche. Beatriz le devolvió la mirada.

-Cierra la boca.

Liliana se recosto de manera obediente y permitió que Beatriz tratara su moretón.

-Abuela, estoy bien.

-Tú también cierra la boca.

Tanto el padre como la hija fueron silenciados.

Ejem-tosió Braulio-. Liliana, ¿quieres escuchar una historia?

Braulio tomó los pocos libros de cuentos que había sobre la mesa. Liliana levantó la mano de inmediato.

-Historias inventadas, por favor. Quiero una que tenga algo llamado harén. Como una chica que hace bebés con dos novios.

Braulio y Beatriz tardaron un rato en procesar lo que acababan de escuchar.

-IBraulio! -gritó Beatriz- ¿Qué tipo de historias le lees a Liliana?

Braulio se sintió injustamente acusado. Nunca le mostraría a Liliana ese tipo de materiales. Liliana vio a Pablo.

-¿Qué hay de malo en eso, Maestro Pablo?

Beatriz no pudo ver con quién hablaba Liliana. Pablo se quedó sin palabras. Hablaba de historias.

inventadas cursis. No material para mayores de dieciocho años. Dicho esto, ambos eran igual de horribles.

-No hay problema. Olvidémoslo -dijo Pablo con ironía.

Liliana hizo un puchero. Ella lo sabia. Su inútil mentor no le estaba enseñando nada bueno otra vez. Liliana se dio la vuelta hacia Beatriz.

-No importa. Quiero escuchar Cien Pisos Bajo el Agua.

Braulio se sintió aliviado al escuchar eso. Sacó el libro de cuentos.

-Claro. Érase una vez…

En la habitación de una niña, el temerario Braulio le contaba un cuento a Liliana. Era una visión poco común. Beatriz salió de la habitación en silencio. Al salir del lugar, sintió algo raro en las piernas. Desde que Liliana le dio un masaje en las piernas, Beatriz podía mover parte de los músculos. Intentó levantarse, pero fue en vano. Con un movimiento de cabeza, se burló de sus propios deseos.

Dentro de la habitación, Braulio se sentó junto a Liliana y se le ocurrió la historia en el acto. Tenía una voz ronca y tranquilizadora. Al poco rato, Liliana se durmió. Braulio dejó el libro de cuentos y observó a Liliana con afecto en los ojos.

-Buenas noches, mi ángel.

Braulio entonces besó la frente de Liliana. Estaba agradecido por la niña. Solo lamentaba no haber podido estar alli cuando ella nació. Pero ya no importaba. A partir de ahora, permanecería a su lado. El joven arropó a Liliana con cariño y camino hacia el balcón por reflejo. Poli, que estaba dormido, se despertó y deo paso a Braulio. El animal ladeó la cabeza y dijo:

Capitulo 141 Necesitas tener sexo

Quieres dormir a mi lado, Braulio?

El rostro de Braulio se contrajo.

Quién en su sano juicio dormiria al lado de un loro?».

Braulio agitó la cabeza del loro bromeando.

Necesitas tener sexo.

Braulio cerró la puerta de cristal que daba al balcón antes de salir de la habitación.

En su sueño, Liliana atrapó el Espíritu del Harén. Su frasco de almas estaba casi lleno.

Mientras tanto, Pablo se jalaba del cabello mientras veia su cuaderno.

-Esto no puede ser. ¿Dónde está?

En efecto, ¿dónde estaba Julieta?

 


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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