Capítulo 140 Escóltenla afuera
Beatriz tomó la tarjeta con el nombre de Julio y examinó a Priscila.
–1a escuela no nos dijo que vendría.
Gilberto intervino:
-La profesora de Liliana, la Señorita Flora, tampoco nos avisó.
Priscila giró la cabeza en dirección a la voz de Gilberto. La visión de Gilberto en pantalones deportivos grises hizo que su corazón se acelerara.
-Oh… Lo siento. La Señorita Flora debe haberlo olvidado.
-¿Estás segura? -Antonio entró.
Priscila se sonrojó de inmediato. En el fondo, se estaba encaprichando.
iAaah! ¡Son tan atractivos!.
Puso su voz más sensual antes de responder:
-En efecto. Estoy aquí en nombre de la escuela. En cuanto al incidente anterior, fue un descuido mío y de la escuela. El director me dijo que me disculpara en persona.
Antonio no dijo nada. Le lanzó una mirada a Julio. Julio recibió el mensaje y se fue a llamar al director.
-Siéntese dijo Beatriz.
Priscila se moría por sentarse en el lujoso sofá. Pero para comportarse como una dama apropiada, escogió una silla de enfrente. Saludó con cortesía a Beatriz:
-¿Ya comió algo, señora?
En la mente de Priscila, Beatriz era la reina y Priscila era la princesa favorita de Beatriz. La reina estaba ocupada decidiendo qué apuesto caballero debía casarse con la princesa.
-¿Usted qué cree?-dijo Beatriz con indiferencia.
Priscila fue tomada por sorpresa.
-Oh, ya debió haber comido. Qué tonta soy. Soy tan torpe.
Incluso movió la cabeza de forma infantil. Liliana se quedó viendo al fantasma femenino que había sobre la cabeza de Priscila, que estaba ocupada babeando por los hombres agraciados que había en el espacio. En un momento, estaba viendo a los hombres entre sus dedos. Y al momento siguiente, enterraba el rostro en la palma de su mano y soltaba una risita.
Pablo se burló:
-Ahora se inserta en su fantasia. -Hojeó el librito que tenía en la mano-. Los espiritus del haren suelen delar. A menudo se imaginan que son la persona más codiciada del mundo y que todo el mundo se
muere por cortejarlos. Puedes culpar de ello a esas ridiculas historias inventadas.
Libana asintió. Para entender mejor esas historias inventadas que mencionó Pablo, decidió pedirle a Josué que le buscara algunas más tarde.
De repente, julio entró, después de haber hecho la llamada al director. Susurró al oído de Antonio, cuya expresion se tornó sombría.
Priscila, mientras tanto, seguía haciéndose la importante.
-Ese día estaban justo delante de mí y no intervine a tiempo. ¿Sabe cuánto me rompió el corazón cuando vi esos comentarios en Internet?
-Julio, acompáñala fuera-ordenó Antonio.
Priscila interrumpió su actuación.
-Afuera? ¿Por qué?».
Se estaba portando como una niña buena. ¿No deberían apiadarse de ella y darle toda la atención que ansiaba?
-Venga conmigo, señorita. -Julio le hizo señas a Priscila.
La profesora se mordió los labios y vio a Antonio con tristeza.
-Señor Castellanos, acaso hice algo mal?
Sabía que se enfadarían cuando sacara el tema. Y la castigarían pidiendo al director que la despidiera.
-No, en absoluto -dijo Beatriz con monotonía-. La culpa es nuestra. No debimos dejarla entrar.
Antes de que Priscila pudiera hacer cualquier cosa, Julio la sacó a la fuerza. Liliana vio a Antonio y luego a Beatriz.
-¿Qué fue lo que pasó? ¿A dónde fue la Señorita Melocotón? ¡Aún no he atrapado el Espíritu del Haren!».
-La próxima vez, no lo hagas aquí -la consoló Pablo.
-De acuerdo -murmuró Liliana.
Braulio cargó entonces a Liliana sobre su hombro.
-Ven. Vamos a tu habitación.
Liliana sintió un cambio de altitud, Era divertido ver las cosas desde arriba. Sentia que ahora podia alcanzar la lámpara. Tal vez podría llegar a la luna si pudiera llegar más alto.
-¡Más alto, papi, más alto! -Liliana lo animó.
Braulio se encogió de hombros, lo que empujó a Liliana a mayores alturas.
-Cuidado. No la dejes caer-advirtió Beatriz. Le estaba dando ansiedad.
-No te preocupes. Podria llevar un avión y con mayor razón una niña pequeña.
–Papi, ya puedo alcanzar la estrella! Una para la abuela, una para el tío Antonio, una para….
Liliana enumeró a todos los miembros de la familia, incluidas las mascotas. Mientras Braulio y Liliana ascendian al segundo piso entre sonoras carcajadas, se escuchó un ruido sordo. Liliana se cubrió la frente.
-Ay! Me pegué en el marco de la puerta.
-¿Cómo es posible? -preguntó Braulio-. Yo ya me agaché.
-¡No lo suficiente, papi! -protestó Liliana.
-Lo siento, lo siento… -Braulio consoló de inmediato a su hija.
Mientras todos se reian de este divertido giro de los acontecimientos, Beatriz regañaba a Braulio mientras sacaba el botiquín.
Cuando la reja metálica se cerró frente a ella, Priscila empezó a sollozar.
-¿Qué fue lo que hice mal?
Fue a disculparse, pero los Castellanos no quisieron saber nada de eso.