Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 139

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Capítulo 139 La vergonzosa visita de la Señorita Melocotón Humillación (parte 2)

La gente en Internet celebró la desgracia de la Familia Medina y la de las celebridades que difundieron falsos rumores. Al mismo tiempo, hubo una tendencia a disculparse con Liliana. La popularidad de la tendencia no tenía precedentes, acaparando más atención que antes.

Al principio, un gran grupo de celebridades de Internet, que fueron sorprendidas difundiendo rumores falsos, se disculparon entre lágrimas. Entonces, aquellos que no fueron objeto de severos castigos penales, grabaron videos de disculpa de la noche a la mañana.

Lo siguiente que ocurrió fue surrealista. Al ver que este incidente estaba ganando popularidad, ila gente en Internet se unió a la tendencia! Muchas personas y celebridades emergentes subieron videos de disculpa, aprovechando la oportunidad para compartir consejos de vida. Con ello, estas personas ganaron muchos likes en su página.

Pronto, el acto de dar consejos y disculpas no bastó para satisfacer a la gente en línea. Algunos empezaron a remezclar canciones. Cantaban mientras bailaban:

-Lo arruiné todo de verdad. Lo siento. Liliana, por favor, perdóname…

Algunos se habían filmado arrodillados en el suelo, llorando con amargura. Se abofetearon en una actuación exagerada.

Algunas personas afirmaron ser las que habían prometido arrodillarse y pedir disculpas a Liliana. Estas personas se arrodillaron en el suelo durante una emisión en directo mientras vendían productos.

La Señorita Melocotón aprovechó la oportunidad para subir un video. Sus ojos se enrojecieron al admitir su falta. Sin embargo, el mensaje no tuvo respuesta. Habia menos de diez likes.

A Liliana le impactaron estos videos. No sabía por qué, pero sintió un escalofrio.

-¿Qué le pasa a esta gente? Son seres vivos, pero ¿por qué se comportan como fantasmas?».

Fue en la oficina del director del jardin de niños. La Señorita Melocotón vio al director y le preguntó incrédula:

que

-¿Por qué me despide? -Tenía los ojos enrojecidos y sollozaba-: ¿Acaso hice algo malo? Admito cometí una negligencia en el caso que rodea a Liliana y Raimundo. Lo lamento. Por favor, deme otra oportunidad…

El director frunció el ceño:

-La negligencia en el trabajo es solo una parte de la razón. Usted sabe el verdadero motivo.

Las lágrimas corrieron por el rostro de la Señorita Melocotón.

-Lo sé. Ofendi a la Familia Castellanos? Buaa…

El director, molesto por el llanto, reveló:

—No tiene nada que ver con la Familia Castellanos. Su despido es la decisión tomada por unanimidad por nuestro consejo escolar. Usted salía de manera simultánea con tres hombres, ilo que creó una mala reputación para la escuela!

La Señorita Melocotón se sorprendió.

-Yo no… La profesora argumentó-: iSolo tengo un novio, que es Saúl! Los demás me molestaban. He estado trabajando en resolver mis asuntos privados, pero no quiero hacerles daño. Quiero ir poco a poco aclarando las cosas.

El director se burló:

-Intenta tomarse las cosas con calma y aclarar los malentendidos besándolos en la boca?

A la Señorita Melocotón se le puso el rostro pálido.

-No, puedo explicarlo….

Al director se le acabó la paciencia y le pidió a la mujer que se marchara. La Señorita Melocotón, que estaba en la puerta, se sintió agraviada. Insistió en que su despido no tenía nada que ver con sus asuntos privados, sino que, habia ofendido a la Familia Castellanos. Decidió disculparse con ellos a como diera lugar.

La Señorita Melocotón era la profesora de Liliana. Pensó que la niña la perdonaría si mostraba sinceridad. La Señorita Melocotón se llamaba Priscila, pero se puso a sí misma el apodo de Bombón.

Al salir del jardín de niños. Priscila se puso un vestido rosa de seda sin hombros. Se soltó el cabello largo un poco rizado y se puso unos bonitos aretes en forma de melocotón.

La mujer visitó la Mansión Castellanos a las siete de la noche. Este era el momento típico en que los profesores hacian visitas a domicilio. La familia había terminado de comer y era el momento más relajado del día. Y lo que es más importante, habría gente en casa.

De pie frente a la Mansión Castellanos, Priscila estaba nerviosa. Se esforzó en buscar la dirección de la mansión. Le pidió a Saúl que le diera la información a escondidas. Priscila se sorprendió al ver la Mansión Castellanos.

Vivir en una mansión era un lujo. La Mansión Castellanos era algo parecido a un castillo, magnifica y romántica. La profesora ocultó su sorpresa. Le dedicó una sonrisa educada pero simpática al guardia de seguridad de la puerta y dijo:

-Hola, soy la profesora de Liliana. Me llamo Priscila Lazcano. Aquí tiene mi tarjeta.

El guardia de seguridad le echó un vistazo a Priscila. Frunció el ceño antes de avisarle al mayordomo. No mucho tiempo después, apareció Julio. Sin embargo, Julio frunció el ceño al ver a Priscila. Si no fuera porque era la profesora de Liliana, Julio la habria echado desde el primer momento.

Los profesores, que hacían visitas a domicilio, debian presentarse de manera apropiada.

Por favor, sigame -dijo Julio.

Priscila aún no había notado ningún problema y trató de contener su excitación. Al entrar en el vestibulo, la mujer vio su reflejo en el espejo del pasillo. Sintió que se veía amable y linda. El hombro descubierto acentuaba su figura. El vestido rosa desprendía un aire juvenil y seductor. Incluso estaba encantada consigo

Después de atravesar la entrada, Priscila caminó por un prado y un jardín antes de entrar al final en el edificio principal de la propiedad.

Los integrantes de la Familia Castellanos estaban presentes. Antonio estaba sentado en el sofá del salón del primer piso, ocupándose de los asuntos de la compañía. Braulio también se sentó en el sofá, con Liliana apoyada en él.

El hombre sostenia un libro de ilustraciones en una mano mientras con la otra apoyaba el codo en la rodilla. Con paciencia, le enseñó vocabulario a Liliana. Al enterarse de que un profesor vendría de visita, Luis, Gilberto y Eduardo se sentaron con formalidad en fila mientras esperaban abajo. Se sorprendieron al ver a una mujer con un vestido rosa sin hombreras y tenian expresiones extrañas en el rostro.

Braulio levantó las cejas y le preguntó a Liliana en voz baja:

-¿Es tu profesora?

Liliana asintió:

-Si, es la Señorita Melocotón.

Sin embargo, a Liliana no le agradaba esa profesora. La niña consideraba que la mujer era poco razonable a veces y que tenía tendencia a tratar a los demás de manera superficial. Braulio captó al instante una pista en la expresión de Liliana.

“Ahora lo entiendo. Como a Liliana no le agrada esta mujer, lo más probable es que no sea una buena profesora..

Beatriz evaluó a la Señorita Melocotón. La anciana abandonó su habitual expresión amable y adoptó una postura fría parecida a la de Hugo. A Beatriz le desconcertó que un profesor visitara la casa de la nada. Sin embargo, el director mencionó su deseo de visitar en persona la casa de Liliana para disculparse, por lo que Beatriz no se lo pensó demasiado.

Cuando la Señorita Melocotón entró en la sala de estar, quedó deslumbrada por el impresionante paisaje que tenía frente a ella.

Hay tantos hombres atractivos aquí.

El corazón de Señorita Melocotón se aceleró y una fantasía apareció en su mente. Bajo despacio las escaleras de un gran castillo, con un vestido de princesa blanco como la nieve. Estaba rodeada por cinco hombres altos y apuestos vestidos de caballeros. Entre ellos, el hombre más alto y apuesto la tomó de la mano mientras los otros cuatro la veían, diciendo con cariño:

Buenos días… mi querida Princesa Bombón. -Entonces, escuchó una voz que la llamaba por su nombre -:Señorita Melocotón?

Beatriz, que se veía disgustada, observó a Priscila. A Beatriz no le gustó que Priscila viera a sus hijos de ese modo al entrar.

Priscila respondió sin perder tiempo:

-Hola! Soy la profesora de Liliana, la Señorita Melocotón. Me llamo Priscila, iy puede llamarme Bombón!

Capitulo 139 La vergonzosa visita de la Señorita Melocotón…

Todos los miembros de la Familia Castellanos se quedaron sin saber qué decir.


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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