Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 132

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 132

Capítulo 132 El dinero cae del cielo

Pablo se rio a carcajadas.

-¿Crees en la transmigración de las almas?

Pablo sacudió la cabeza y dijo:

-Creo que has leído demasiadas novelas.

Julieta comentó:

-Antes de morir, yo tampoco creia en fantasmas… Pero mira, aquí estamos. Julieta vio con tristeza a Pablo y le dijo: No hice nada malo. Quiero estar con mi hija. ¡Pero no nos permitirás reunirnos como madre e hija en la otra vida!

A la mujer se le llenaron los ojos de lágrimas. Al parpadear, le cayeron lágrimas y sollozó.

Pablo se tocó la frente.

-¡Oye, oye! Estás siendo demasiado dramática. -Se quedó sin palabras. Extendió la mano y un libro apareció de la nada. Al abrir la página relacionada con Liliana, dijo: No es que no te permita reunirte con ella, pero me preocupa que, si te reúnes con Liliana y su familia, sea un abuso de poder personal. Todo lo que hemos hecho no es un secreto para este libro. Si queda registrado en el libro, afectará a Liliana en el futuro? -Pablo tenía que resolverlo. Pero podría afectar a la tribulación de su discípulo, así que tenía que evitarlo. Te traje aqui sin permiso, lo cual fue personal. Pero Liliana estará involucrada si te encuentras con ella. ¿Entiendes?

No importa el impacto que tenga en mi, pero no puede afectar a Liliana.

Julieta no podía ver las palabras del libro. Solo veía una página en blanco. Hasta ahora no se había dado cuenta del riesgo que había corrido Pablo al traerla aquí.

-Lo siento dijo ella con tristeza-. Es culpa mía. Ahora volveré a reencarnarme.

Pablo respiró aliviado en secreto. La madre de la Gobernante del Infierno no podía ser obligada a nada. Julieta solo podía volver a la reencarnación si quería. Esta tarea estaba cumplida.

Al ver la expresión triste de Julieta, Pablo le dio unas palmaditas en la cabeza con el libro.

-No te preocupes, si es el destino…

Cuando aún no había terminado sus palabras, se produjo un incidente inesperado. Un trueno en la distancia siguió a un repentino relámpago que atravesó la ventana. Al instante, Julieta se deshizo en fragmentos dispersos como luciérnagas, volando sin control en todas direcciones. Estaba desconcertada.

Pablo exclamó:

-¡Por todos los cielos! ¡Tiene el alma hecha pedazos!

A toda prisa estiró la mano para recoger los pedazos destrozados de Julieta, pero ya era demasiado tarde.

Julieta se sobresaltó y dijo una última cosa:

Maestro Pablo, cuida a Liliana.

Antes de que terminara de hablar, su alma desapareció por completo. No quedaba ni rastro. Pablo no paraba de sudar y de agarrar un puñado de hierba. El… acababa de matar a la madre de la Gobernante del

Inferno.

-¡Maldita sea!-.

Pablo se levantó a toda prisa y salió volando con un zumbido. Persiguió a Julieta durante tres kilómetros, pero no pudo encontrar su alma.

-Se acabó. El rostro de Pablo se puso aún más pálido-. Se acabó. ¡Se acabó!

Julieta utilizó toda su energía para dar a luz a Liliana, la pequeña soberana del infierno, pero murió joven. Después, su destino era renacer para convertirse en una persona privilegiada o rica con buena suerte. Sin embargo, su libro la destruyó de modo inesperado. Pablo se sentía impotente.

-Ayuda, čaún puedo escapar ahora? Estoy esperando en la línea y es urgente».

A Pablo le dolia la cabeza y llevaba toda la noche buscando a Julieta sin éxito.

En un pueblo a diez kilómetros de la residencia de los Castellanos, una chica se frotaba el cuello adolorido y se preguntaba por qué de repente lo sentía pesado.

Nadie se dio cuenta de que un fantasma yacía en su cuello… era Julieta. Sin embargo, ahora Julieta estaba confundida. Vio a su alrededor y se sujetó la cabeza, con un gesto de dolor.

Es bastante extraño. ¿Quién soy yo?».

El alma de Julieta estaba dispersa y ahora no podía recordar nada. Ni siquiera recordaba cómo habia poseído a esa chica. La chica cargaba un manojo de llaves y usaba zapatillas, frotándose el cuello mientras caminaba.

Alguien la vio y la saludó con una sonrisa:

-Gema, évas a cobrar la renta? Te ves muy cansada. ¿Llevas varios días haciéndolo? Es un trabajo muy duro.

Resultó que la chica era una casera llamada Gema. Aún estudiaba en la universidad. Unos años atrás, sus padres fallecieron y ella heredó 40 edificios de ellos, convirtiéndose en una auténtica casera.

Gema se llevó un caramelo a la boca, riendo con alegría.

-Si… No hay otra manera. Ganar dinero es un trabajo duro. De lo contrario, crees que puede caer dinero del cielo?

Justo en ese momento, Julieta, que estaba apoyada en su cuello, estornudó. De repente, algo cayó del cielo con un silbido y aterrizó en los pies de Gema. La joven se sobresaltó y retiró el pie.

Maldita sea! ¿quién tiró algo desde arriba? -Al observar más de cerca, resultó ser un fajo de billetes. Gema se quedó atónita, viendo al cielo y luego al fajo de billetes que tenía a sus pies-. No puede ser…. ¿Puede caer dinero del cielo?

Esperó mucho tiempo, pero nadie fue a reclamar el dinero. Acabó recibiendo un fajo de billetes de

manera inexplicable.

La gente a su alrededor exciamaba:

-Gema, acaso fuiste bendecida?

-¡No lo puedo creer! ¡Tienes demasiada suerte!

Gema se sentia pasmada por completo.

Estaba a punto de amanecer. Después de despertarse, Liliana se sintió llena de energía y vitalidad. Se cambió de ropa, se cepilló los dientes, se lavó el rostro y preparó su pequeña mochila.

-Debo llevar ropa limpia, una toalla, una botella de agua… y… oh, la profesora dijo que llevara una chamarra ligera. Una chamarra ligera…

Liliana se subió a una silla, sacó una pequeña chamarra del armario, la dobló en orden y la metió en su mochila. Lo hacia todo sola, lo cual era tranquilizador. Luego cargó con alegría su mochila y salió.

Mientras que Ana parecia que aún no había vuelto en si, bostezando una y otra vez, y hablando incoherencias.

-Ah, ponte la mochila, lleva la botella de agua… Liliana, vámonos.

Como tenía que ir al jardín de niños con Liliana, Ana ahora se levantaba muy temprano. Hugo guardó el periódico y preguntó:

-¿Está todo listo?

Liliana y Ana respondieron:

-Si.

Mientras Ana bostezaba, abrió inconscientemente su mochila. Liliana se asomó al interior y encontró una pequeña luz nocturna y un zapato maloliente en la pequeña mochila de Ana.

Cuando Braulio terminó su ejercicio matutino, vio salir a Liliana y Ana y les pregunto:

-Van a salir tan temprano?

No lo esperaron. El autobús escolar esperaba afuera. Había dos viajes, uno a las siete y media y otro a las ocho, Braulio pensaba que iban a tomar el autobús de las ocho, como el día anterior.

Liliana asintió y dijo:

-Si, voy a ir al jardín de niños. Papá, tienes que portarte bien en casa.

Braulio se rio y dijo:

-De acuerdo,

Beatriz se apresuró a perseguirlas y les dijo:

Capitulo 132 El dinero cac del cielo

libana, desayuna antes de irte!!

Liliana sacudió la mano y jo:

-No, quiero desayunar en el colegio.

Acababa de experimentar la novedad de la escuela y le parecía divertida. Solo quería comer con los demás niños del colegio. Beatriz estaba decepcionada.

Oh no, ya no necesita mi cariñoso desayuno?».

Después de Liliana y Ana, los otros tres niños subieron al autobús escolar detrás de Liliana y Ana. En el autobús, Ana apoyó la cabeza y se quedó dormida en el hombro de Liliana. Liliana se dio la vuelta y vio a su alrededor, solo para ver a Pablo acercándose despacio. Atónita, preguntó en voz baja y extrañada:

-Maestro, hizo algo malo anoche? ¿Por qué parece como si le hubiera caido un rayo?

Pablo estaba sin palabras.

Tal vez no puedas creerlo, pero yo maté a tu madre».

Pablo fingió estar tranquilo.

-Nada, es que anoche trabajé horas extra y me cansé demasiado.

Liliana se quedó perpleja.

Maestro, usted no suele hacer horas extras por la noche…

Ella sacudió la cabeza y no le prestó atención. Estaba jugando con el frasco de almas que tenía en la mano.

-Frasco, estás lleno ya? -murmuró Liliana-: ¿Por qué no cazas fantasmas y te llenas tú mismo? Liliana siguió murmurando-: Frasco, ¿el Maestro hizo algo malo? ¿Deberíamos atraparlo y meterlo dentro?

 


Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

Comment

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Options

not work with dark mode
Reset