Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 52

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Capítulo 52 Karen vuelve a casa

La Abuela Soto estaba muy impresionada con los Mijares. Si rio a carcajadas mientras les invitaba a tomar asiento en su sala.

-Ven y siéntate, Carolina.

Carolina obedeció las instrucciones de Karen, sentándose en el sofá con las piernas cruzadas y las manos colocadas con delicadeza sobre la falda.

Karen ya

habia preseleccionado mentalmente a Carolina como posible candidata a futura esposa de su nieto, y por supuesto los padres de Carolina estaban encantados de ver a la Abuela Soto feliz con su hija.

Ya está mejor el Joven Soto? Lo vimos ayer cubierto de sangre. Mi esposo y yo estábamos muy preocupados, por lo que decidimos hacerle una visita -explicó Nancy Mijares, la madre de Carolina.

-Sí, sí, todo está bien gracias al Maestro Soler. Le salvó la vida a Iván -informó Karen a los Mijares.

-¿Se refiere al Maestro Roberto Soler?

Nancy se sorprendió de que los Soto recurrieran a la ayuda de un sanador tan renombrado. Karen intuyó un incipiente tema de conversación con Nancy.

—Sí, sí, ¡el único e incomparable Roberto Soler! A decir verdad, Iván estuvo al borde de la muerte, ipero el Maestro Soler lo resucitó!

La madre de Carolina no pudo disimular su asombro.

-Vaya, ¿en serio?

-¡Por supuesto! -confirmó Karen.

Las dos mujeres empezaron a conversar y a intercambiar historias sobre el Maestro Soler. Karen estaba encantada de haber encontrado una amiga en Nancy y, a cambio, Nancy esperaba escuchar más cosas sobre el escurridizo sanador. Al final de su conversación, Nancy encontró la oportunidad de deslizar una pregunta que había estado esperando hacer todo el tiempo.

-Karen, ¿crees que podríamos hacerle una visita a Iván? Carolina está preocupada por el desde ayer. Quería ver por si misma que Iván estuviera bien. No podría decirle que no…

-¡Claro que pueden!

Karen asintió con la cabeza. Después de todo, era la matriarca de la Familia Soto. Karen no podia dejar de halagar a Carolina incluso mientras guiaba a los Mijares hacia la escalera.

-¡Qué niña tan dulce y con un corazón tan bondadoso!

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Tomás y Nancy se daban cuenta de que Carolina había causado una buena impresión y estaban encantados. Todo iba justo según lo previsto, y los Mijares estarían destinados a la grandeza si se ganaban el favor de Karen Soto.

Nancy caminaba junto a Karen, sonriendo mientras ayudaba con suavidad a la anciana a subir las escaleras. A mitad de camino, se toparon con dos empleadas que bajaban unas maletas por las escaleras.

-¿Qué están haciendo? -preguntó Karen, pensando que las maletas le resultaban familiares.

Las empleadas miraron al mayordomo con gesto vacilante, sin saber qué responder a la anciana.

Señora, el Señor Camilo nos pidió que la enviáramos de vuelta a su ciudad natal -informó el mayordomo a Karen con timidez.

-Qué… qué dijiste?! -Los labios de Karen temblaron de incredulidad. Era la madre de Camilo y la única progenitora que le quedaba- ¿Quién le dijo que hiciera esto? ¿Fue Mariana Hurtado? ¡Que salga y se enfrente a mi ahora mismo! -gritó en voz alta.

-¿Cómo se atreve a darme órdenes como si fuera Camilo?

En ese mismo momento, Camilo Soto salió de la habitación de Iván en el piso de arriba.

-¡Fui yo quien les ordenó que te echaran! -gritó Camilo.

Karen se quedó boquiabierta y señaló a su hijo diciendo:

Es… es así como tratas a tu propia madre?

-Solo causarás más problemas si te quedas aquí.

La voz de Camilo era gélida-. Creo que es

mejor que pases tus días en tu ciudad natal. No tienes por qué molestarte con nuestros asuntos familiares.

Karen enfureció. Tan solo unos minutos atrás estaba eligiendo a la futura esposa de Iván, pero ahora su hijo la desterraba delante de los padres de Carolina.

Tomás y Nancy intercambiaron una mirada. Parecía que se habían equivocado, ya que Karen no era la que mandaba en la Familia Soto. Su breve intercambio de miradas no pasó desapercibido para Karen, por lo que se sintió como si alguien la hubiera abofeteado en cada mejilla y solo sirvió para enfurecerla aún más.

-Camilo, hijo desgraciado! Te crie todos estos años…. -gritó Karen.

Camilo lanzó una mirada al mayordomo, ignorando el dramatismo de su madre. De inmediato, el mayordomo ordenó a unos cuantos hombres más que se llevaran a Karen a la fuerza desde las escaleras hacia un auto estacionado. Ella siguió luchando, pero los hombres consiguieron someterla y la obligaron a subir al asiento trasero del auto.

La empleada de Karen sacó su bolso favorito y se lo dio, pero ella empezó a tirar las cosas de esta por la rabia que sentía.

-Camilo, tú… Icausarás mi muerte! -maldijo-. Ay mi pobre corazón, voy a morir pronto…

Si Camilo sintió alguna emoción, no se reflejó en su rostro mientras el mayordomo ordenaba al chófer que abandonara la Residencia Soto.

El último recurso de Karen fue sacar el bolso por la ventana del auto, golpeándolo contra las puertas, pero al final, el conductor cerró las ventanas. Ella sintió que le subía la presión y que le zumbaban los oídos. Por un lado, estaba enfadada, pero, al mismo tiempo, devastada y aplastada por la tristeza, ya que no podía creer que su propio hijo le hiciera algo así.

Nancy, que habia presenciado toda la conmoción, todavía se estaba recuperando del impacto.

-Señor Soto, estoy segura de que hay una mejor forma de resolver esto, después de todo, ino es su madre…?-intentó calmar a Camilo.

Camilo se volvió hacia ella, con el rostro sin nada de emoción.

-No creo mis asuntos familiares sean de su incumbencia. Marco, por favor, despide a nuestros invitados.

Tomás tenía le rostro pálido, mientras que Nancy estaba roja de vergüenza. Carolina miró a Camilo con ojos muy abiertos e inocentes.

-Señor Soto, solo estoy preocupada…

Antes de que pudiera terminar la frase, Camilo ya se había dado la vuelta para entrar a la casa. Todavía aturdida por la situación y la vergüenza de ser tratada como basura, los ojos de Carolina se llenaron de lágrimas mientras se mordía el labio con fuerza. Los Mijares no tuvieron más remedio que abandonar la residencia.

-Mami…..

Carolina lloraba abrazada de su madre. Justo cuando Nancy consolaba a su hija, vio algo tirado en el suelo, lo recogió y descubrió que era una invitación para la ceremonia de inauguración de Entretenimiento Tamayo.

-La Abuela Soto debió dejarla caer al salir…”.

En los ojos de Nancy se mostraba un brillo mientras guardaba de prisa la invitación en su bolso. Como estaba claro que la Abuela Soto no iba a asistir a la ceremonia, podian utilizar su invitación y decir que eran sus representantes. Si lograban conocer a algunas de personalidades que iban a asistir a la ceremonia, tal vez las cosas mejorarían para la Familia Mijares.

-IVengan, vamos!

Nancy reunió a su pequeña familia y abandonó la Residencia Soto.

Al día siguiente, Poli estaba posado en la ventana cantando una melodía.

–Mano izquierda a la luna, mano derecha a través del hilo… lay, ay, ay… tú y yo, ay, ay, ay!

Poli no podia llegar a las notas altas, estropeando la canción en el proceso. Liliana se despertó sobresaltada por

el fuerte sonido. Parpadeó varias veces, intentando quitarse el sueño.

-¿Qué fue eso?-preguntó en voz alta. El ruido le sonó como algo terrible, por lo que se levantó de la cama y se dio la vuelta para mirar hacia las ventanas, solo para encontrarse a Poli bailando en el balcón. ¡Ay, eres tú, Poli! -grító.

De repente, Liliana recordó que irían de compras con el Tío Antonio, y emocionada, corrió de inmediato a su armario para elegir algo bonito que ponerse. Eligió un vestido rosa que la hacía parecer una princesa, también eligió unos pantalones térmicos por si hacía frío. Satisfecha con su elección, fue al baño a lavarse los dientes y vestirse.

-iLiliana está lista! -anunció en voz alta con seguridad.

Salió de la habitación con su pequeña mochila y bajó las escaleras trotando. Antonio Castellanos estaba sentado en el sofá de la sala, con expresión seria, como si estuviera a mitad de una conferencia telefónica.

–Más despacio -dijo a Liliana mientras se levantaba del sofá.

-ITio Antonio, Liliana está lista! -exclamó al llegar al pie de la escalera.

Antonio miró la hora en su reloj. Estaba un poco sorprendido, dado que Beatriz y Hugo habian ido al hospital para el tratamiento de Beatriz y le habían recordado que Liliana solía despertarse a las nueve de la mañana, pero en ese momento, eran las ocho.

-Ve a comer algo-dijo Antonio.

Hizo un gesto a Margarita para que sirviera el desayuno mientras traía su tableta y seguía a Liliana al comedor.

-¿Cuál es nuestro plan para el segundo trimestre?

Habló solemne frente a la pantalla de la tableta, pero sus manos estaban ocupadas pelando un huevo duro. Puso el huevo en el tazón de Liliana.

-Las niñas deberían comer más huevos por la mañana -bromeó con suavidad.

Los colegas de Antonio en Valores Castellanos, al otro lado de la conferencia telefónica, se quedaron estupefactos. Jamás en su vida habrían imaginado que el diablo en persona pelara un huevo y hablara con tanta delicadeza, por lo que se quedaron sin habla. Antonio se volvió hacia la pantalla y se dio cuenta de que sus colegas se habían quedado sin habla.

-¿Todos se quedaron mudos?

El diablo había regresado. El equipo directivo se recompuso de inmediato y continuó con su presentación. Poco después, Liliana terminó de desayunar y Antonio también concluyó su

reunión.


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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