Capítulo 45 Cargando un fantasma en su espalda
Beatriz tomó allí mismo la decisión de marcharse.
-Volvamos, Liliana.
La mención de un fantasma no asustó a Liliana.
-¡Eso es genial!”.
Pablo era el más entusiasta cuando se trataba de fantasmas. Cuando Pablo se alejó levitando, Liliana corrió y lo persiguió. La niña dijo:
-Pórtate bien, abuela. Espérame aquí.
Beatriz no estaba de acuerdo.
-¡Liliana!
Ansiosa, Beatriz trató de mantener el ritmo mientras sacaba su móvil para llamar a Antonio. Cuando sobrepasaron la línea de árboles, la oscuridad se había apoderado del cielo. Beatriz pudo ver a Liliana adelante hace un momento, pero la niña desapareció en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando un pájaro desconocido ululó y pasó volando por el bosque desierto, Beatriz se quedó sola, asustada y al borde de las lágrimas.
—¡Liliana! ¡Liliana! -gritó Beatriz.
Después del repentino crujido entre los arbustos, Beatriz observó con nerviosismo a su alrededor y vio a Liliana llevando un fantasma en la espalda. El fantasma estaba cubierto de sangre. Sus brazos caídos eran negros. Tenia la ropa mojada y el cabello le caía sobre el rostro. De hecho, a Liliana no le costó mucho llevar al fantasma a cuestas. Por eso todo lo que Beatriz vio fue un fantasma flotando detrás de Liliana. Lo que se le ocurrió a Beatriz fue un fantasma acechando a Liliana.
-Liliana…
Beatriz se puso la mano en el pecho. El temblor en su voz no pasó desapercibido. Liliana levantó la cabeza aturdida, dándose cuenta ahora de que Beatriz también había ido. La anciana se veía asustada. De inmediato se deshizo del fantasma.
IZas!
El fantasma cayó al suelo y soltó un gruñido… Esa era la menor de las preocupaciones de Liliana, que corrió a darle un abrazo a Beatriz. Pensando que Liliana estaba asustada, Beatriz quiso ofrecerle consuelo, pero en lugar de eso se encontró con que la niña la consolaba.
-Ya, tranquila, abuelita. No te asustes. Estoy aquí.
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Beatriz se quedó sin palabras. Al principio no sintió gran cosa, pero el gesto de Liliana hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas.
-No me abandones así, Liliana. -Beatriz sollozaba mientras abrazaba a Liliana.
-El miedo a perder a Liliana por fin se apoderó de mí-.
Culpándose a sí misma, Liliana palmeó con cariño la espalda de Beatriz.
—Es mi culpa. Lo siento, abuelita…
Le prometió a su mamá cuidar bien de la abuela. Sin embargo, ella abandonó a su abuela justo en ese momento. Liliana no quería ser una niña irresponsable. Antonio acudió a toda prisa al lugar de los hechos y encontró al adulto y a la niña abrazados y llorando. Se quedó sin habla.
-¿Qué está pasando?
Antonio se acercó a ellas y vio al fantasma no muy lejos. De inmediato se puso delante de Beatriz y Liliana para defenderse. Los demás miembros de la familia no tardaron en llegar. Agazapado en la rama de un árbol cercano, el loro agitó las alas y graznó:
-IPor todos los cielos, es un fantasma! ¡Véanlo ahora mismo!
Antonio no tenía palabras. Entrecerrando los ojos, el hombre se acercó y empujó al fantasma con los dedos de los pies para darle la vuelta. Resultó ser un niño en lugar de un fantasma.
-Es un niño -dijo Antonio-. No hay necesidad de alarmarse.
Tomando a Liliana de la mano, Beatriz preguntó:
-¿Un niño? ¿Está muerto?
Liliana negó con la cabeza.
-No.
Al principio también pensó que era un fantasma, pero se dio cuenta de que era un niño al verlo más de cerca. Pablo mencionó algo sobre salvar una vida como un portal al País de Ensueño. Mientras lo sacaba de allí, consiguió asustar a su abuelita. Antonio se agachó y le tomó el pulso al chico antes de pronunciar:
-No está muerto.
Eduardo arrugó las cejas.
-¿Por qué hay un niño en medio del bosque?
Los hermanos Castellanos examinaron al niño en el suelo. Puesto que el niño aún respiraba, cra deber de la familia darle una oportunidad de luchar por vivir. Gilberto subió a examinar su respiración y sus latidos mientras Eduardo llamaba a la policía y a la ambulancia. Levitando en un
rincón, Pablo parecia encantado.
–Te enseñé sobre medicina esta mañana y aquí tienes un caso de práctica. Perdió un pedazo de su alma, es un escenario clásico. Te mostraré lo que puedes hacer-dijo.
Liliana asintió con la cabeza.
-Claro, Salvar una vida es un portal al País de Ensueño.
Pablo se quedó sin habla.
-Salvar una vida es una puerta al cielo, no al País de Ensueño».
Sin embargo, a Pablo le divirtió que la niña pareciera en conflicto. Decidió no corregirla. Incapaz de ofrecer ayuda, Beatriz se quedó estupefacta.
-¿Eh? ¿Qué Pais de Ensueño?
A Liliana le costaba hacerse a la idea. Cuando estaba con los Juárez, Liliana no estaba expuesta a nada relacionado con salvar vidas ni con el espiritismo. No acababa de entender por qué salvar una vida podia llevarla al Pais de Ensueño.
-Abuela, ¿qué es un portal?
Beatriz hurgó en su mente en busca de palabras más sencillas.
-Em… Significa un camino o una forma de llegar a algo.
No era fácil de explicar… Al final, Liliana siguió preguntando:
-¿Qué es el Pais de Ensueño? ¿Por qué salvar una vida te abre un camino hacia el País de Ensueño?
Ocultando sus risitas, Beatriz respondió:
-Es el cielo, no el País de Ensueño.
Liliana se corrigió:
-El cielo.
Beatriz le enseñó con fervor a la niña. Liliana escuchó atentamente. Al final, la chica entendió que salvar una vida era una puerta al cielo. Se dio la vuelta y puso los ojos en blanco viendo a Pablo. Al atrapar a su Maestro en un aprieto, Liliana descubrió que Pablo lo había hecho a propósito.
-iHmmm! ¡Pablo es tan malo!-.
Justo en ese momento, Gilberto dijo:
-De acuerdo. Llevémoslo con nosotros.
Liliana preguntó:
-¿Está vivo?
Gilberto cargó al niño y dijo:
-Está inconsciente, pero su respiración es estable.
El grupo se dirigió hacia la tienda para esperar a la policía y a la ambulancia. Por muy médico que fuera Gilberto, no podía examinar al chico por si tenía lesiones internas en medio de la nada.
Con el cielo oscureciéndose, la familia de Carolina se percató de que los Castellanos llevaban algo desde lejos. Les pareció extraño que los Castellanos encontraran el camino de vuelta con antorchas.
-¿Qué es eso…?-murmuró Tania.
Tomás comentó:
-Creo que es un niño.
-¿Eh?-Incapaz de ver a Liliana, que estaba sentada en el regazo de Beatriz en la oscuridad, Tania preguntó-: No me digas que le pasó algo a Liliana.
-Si ese fuera el caso… La mocosa se lo merece.
Golpeada por una idea, Tania dijo:
-Iré a ver qué pasó.
Tomás la detuvo.
-¿No causaste suficientes problemas? Yo iré. Ustedes dos quédense aquí.
En cualquier caso, tenían que ver si le pasaba algo a la hija adorada de los Castellanos. Tomás se acercó. Carolina estiró el cuello, pero no había forma de que pudiera ver mejor si Tania no podia ver a su altura. Aun así, la posibilidad de que Liliana sufriera un accidente excitaba a Carolina. Pero puso rostro de preocupación.
Mami, Liliana estará bien?
Tania respondió:
-Debería estar bien…
Pasó el tiempo hasta que Tomás se apresuró a volver. Susurró:
-No es Liliana. Es un chico. El chico lleva la etiqueta de Sdnchv.
Tania se sorprendió.
-¿Sdnchy? ¿Podria ser ese niño un miembro de la Familia Soto?…
Sdnchv dejó de ser una marca de ropa al alcance del público para centrar su negocio solo en familias adineradas y poderosas. La etiqueta daba servicio a la sangre azul extranjera y a las tres familias locales; los Castellanos, los Soto y los Mendoza. Como los hijos de los Castellanos estaban contabilizados, y los Mendoza no tenían niños pequeños en la familia, solo podía significar que el niño pertenecía a la Familia Soto…
La pareja intercambió miradas, viendo la febrilidad en los ojos del otro. Habia noticias de que el joven heredero de la Familia Soto había sido secuestrado. Los Soto habían tenido mala suerte con la búsqueda. Si los Mijares informaban a los Soto que habían encontrado al heredero…