Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 43

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Capítulo 43 Enséñeme algo decente, por favor

Pablo sonrió satisfecho y preguntó sin palabras:

-¿De verdad te quedaste ahí esperando todo el tiempo?

Liliana movió la cabeza.

-Si.

Se portó bien y se quedó de pie en el suelo de ladrillos sin alejarse. Sin embargo, al final papá se había olvidado de ella…

Con la sonrisa en su rostro desvaneciéndose, Liliana preguntó en voz baja:

-Papi estaba tratando de deshacerse de mí, ¿verdad?

Supo en el momento en que su papá dio la vuelta sin voltear atrás que la habían abandonado. Papá ya no la quería. Se quedó allí parada durante mucho tiempo. Aunque había gente por todas partes, Liliana no tenía ni idea de adónde ir. Pablo no tenía palabras.

-Oh…Es una tonta.

-La próxima vez, solo escribe a la persona fuera de tu vida si no te quiere. Tulipán, ten en cuenta que la gente que te abandona no merece perdón. No merece tus lágrimas.

Liliana asintió inocentemente con la cabeza y una sonrisa no tardó en iluminar su rostro. Las emociones del niño eran como el tiempo temperamental. Quizá Liliana era más fuerte que antes. Tenía el amor de sus tíos y abuelos, así que el dolor del pasado ya no importaba.

-¡Maestro, por favor, enseñeme medicina! Sé que a los médicos no se los llevan. Incluso salen en la tele.

Pablo tuvo un momento de vergüenza ajena.

-¿Acaso todo para ella implica que se la lleven?».

-¿Salir en la tele?-comentó con despreocupación.

Liliana imitó al instante un anuncio que había visto en la televisión.

-Después de considerarlo a detenimiento, ya tomé una decisión impensable. Planeo revelar el secreto de mi familia… Soy la descendiente del curandero milagroso, el bisnieto de un famoso médico. Tengo la llave del único secreto de mi familia que puede sanar y curar todo y cualquier cosa. Aquí tengo un medicamento que hace maravillas con tu dolor de cabeza, de muelas, de espalda, de piernas, indigestión, dolor de estómago, pérdida de apetito, tos crónica, asma, insuficiencia renal e impotencia. Nómbralo, tengo el medicamento para ello.

Pablo no tenía palabras, por no decir otra cosa. Liliana preguntó:

-¿No es increíble? Salió en la tele. Por cierto, ¿qué es la impotencia?

Sin palabras, Pablo se inventó algo.

-Impotencia es cuando no puedes levantarte por la mañana.

Liliana tuvo un momento de incredulidad. Lo entendió. La medicina debía ser algo extra para ayudar a la gente a levantarse por la mañana.

-¡Es increíble!

Liliana lanzó una mirada de aspiración. Pablo se quedó sin palabras.

-¿Qué hay con esa mirada? ¿Tú qué sabes?».

El comentó:

-Sí, claro. ¿Sabes que esa gente también puede ser encerrada?

Liliana se quedó boquiabierta.

-¿Eh? ¿Es esta una causa para ser encerrado también?».

¿Qué intentaba enseñarle Pablo? ¿Por qué todo era motivo para que se lo llevaran? Sin embargo, estaba dispuesta a hacerlo… ¡por la abuela! Pablo ya podía adivinar por la expresión de su rostro lo que se le pasaba por la cabeza. Renunció a dar más explicaciones.

-Hablando de medicina, la práctica se remonta muy atrás…

Pablo comenzó su lección. Liliana escuchó con atención mientras Pablo parloteaba. Él echó la cabeza hacia atrás y vio a Liliana dormida.

-Rrrrr… Rrrrr…

Pablo se quedó sin palabras. Estuvo hablando solo todo el tiempo. Sentada no muy lejos, Beatriz contempló con alegría el paisaje y vio a Liliana. La pequeña platicó con el loro durante un buen rato hasta que se quedó dormida. Sintiendo simpatía por la niña, susurró y pidió a alguien que llevara a Liliana a la tienda. Gilberto se acercó de puntitas y preguntó incrédulo:

-¿Está dormida?

La chica se divirtió mucho. Estaba tan vivaz y animada hace un momento y ahora estaba dormida.

Beatriz dijo con una sonrisa:

-Debe estar cansada de tanto correr.

En la otra esquina, Ana vigilaba la parrilla de la barbacoa con su padre, Luis. Mantuvo la vista fija en las alitas de pollo todo el tiempo. Zacarias levantó la cabeza de su juego y la molestó:

-¿No has tenido suficiente? Ya jugué cinco rondas y tú sigues comiendo.

Ana se burló:

-INo es asunto tuyo!

Con las alitas de pollo listas, Ana una de inmediato. Luis frunció las cejas.

-No comas demasiado.

Ana giró la cabeza.

-No, no lo estoy haciendo.

Entonces se dio cuenta de que Gilberto llevaba a la bella durmiente. Sintiéndose un poco molesta, Ana vigiló en silencio la parrilla y fue la primera en comer dos brochetas de cada variedad.

Liliana no tenía ni idea de cuánto tiempo estuvo en el país de los sueños. El sol se estaba poniendo cuando ella se levantó envuelta en una neblina. Tenía una brocheta enfrente del rostro. Ana dijo:

-Aquí tienes.

Liliana levantó la barbilla sorprendida, antes de tomar con gusto la brocheta.

-Gracias, Ana.

Liliana apenas podía hablar con comida en la boca. Ana frunció el ceño.

-No te guardé la comida. Solo no pude terminarla.

Liliana movió la cabeza.

-Claro, claro.

Ana salió corriendo. En una inspección más cercana, la chica parecía estar de mejor humor que antes. En un campo cercano, Carolina dibujaba en un pizarrón. Llevaba casi todo el día dando rienda suelta a su creatividad. Carolina observó con envidia cómo Liliana y Ana se desinhibían y disfrutaban de unas brochetas no muy lejos de ahí. Todos eran niños pequeños. Sin embargo, ¿por qué Liliana y Ana se divirtieron tanto? Estos chicos no tenían ambición…

Tania tenía una charola en las manos. En esta había un gran platón de ensalada. La mujer dijo:

-Carolina, ¿vienes conmigo a entregar esto?

Dejando el lápiz, Carolina puso rostro de docilidad.

-Claro. -Iban a donde estaba la Familia Castellanos. Carolina puso un rostro inocente y de curiosidad- ¿Qué es esto, mamá?

3/5

Tania respondió:

-Ensalada Waldorf.

Con los ojos muy abiertos, Carolina preguntó con ingenuidad:

-¿Ensalada Waldorf? ¿Como la del hotel?

Tania se rio, pensando que su hija era la cosita más adorable. Sin levantar la cabeza, Zacarías se burló:

-¿A qué viene esa actuación? Me pone enfermo.

No era alto, pero el volumen era suficiente para que Carolina lo captara. La niña estaba avergonzada….

-Yo… Yo no estaba actuando….

-Mami…

Sin hacer caso a Carolina, Tania se dirigió hacia los Castellanos con entusiasmo:

-¡Hola, Hugo! Preparé ensalada. Le añadí nueces para que esté bien crujiente. Pensé que iría perfectamente con tu barbacoa.

Hugo respondió con displicencia:

-Gracias, pero estamos bien.

Tania replicó con una sonrisa:

-Ya me di cuenta de que los niños comieron mucha carne. Deberían añadir algunas verduras para una comida equilibrada. -Luego dirigió su atención a Carolina-. Carolina, trae algo para Ana y Liliana.

Carolina respondió de modo favorable y puso un poco de ensalada en dos platos. Actuando como una hermana cariñosa, pronunció:

-Liliana, Ana. Tengo algo para ustedes.

Mostró su lado sensato. Beatriz se quedó observando, tentada de poner los ojos en blanco.

-La niña adoptó los rasgos manipuladores de su madre.

-Señora Mijares, se lo agradecemos, pero Bruno hizo verduras y un postre sano. Estamos bien.

Sin captar el mensaje, Tania soltó una risita y dijo:

-No hay problema. Ya se los traje, así que lo dejaré aquí. Pueden comérselo cuando quieran.

4/5

Sacheter de


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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