Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 29

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Capítulo 29 El espíritu femenino que tiene que trabajar

Galena llevaba un tazón de sopa de fideos a la habitación de Ana. A la niña le gustaba dormir hasta tarde, incluso los días de clase dormía hasta las diez. Por lo normal, Galena le servía el desayuno en la cama, calmaba su malhumor y la preparaba para ir al jardín de niños. Liliana la saludó, pero ella respondió a su saludo de manera distante. De repente, bajó la mirada hacia el cuenco de fideos que sostenía.

«La sopa de fideos está hirviendo, ¿y si se me cae en el rostro de Liliana?».

Galena se sobresaltó ante su propio pensamiento intrusivo, se calmó con rapidez y pasó junto a Liliana con su típico rostro distante. Liliana sintió una sensación de miedo:

-Maestro, i¿qué es eso que tiene la tía Galena en el rostro?!

Pablo flotaba junto a Liliana:

-És el aura de la muerte.

-¿Qué es el aura de la muerte? -preguntó Liliana.

Pablo entrecerró los ojos y dijo:

-Significa… que mató a una persona.

Solo una persona que mató a alguien y permaneció a su lado mientras esa persona moría tendría esa aura. Liliana se sintió muy preocupada. Abrazó con fuerza a su conejo de juguete y regresó corriendo a la habitación para buscar a Poli. Pablo preguntó con curiosidad:

-¿Por qué traes a Poli?

Poli, era un pájaro parlanchin, tendía a balbucear palabras al azar y a cantar canciones dudosas cuando estaba aburrido. Por ejemplo,

-Gatito bebé, miau, miau, miau, miau.

¿Te imaginas a un loro imitando a un gato? ¡Es desastroso! Liliana dijo:

-¡Me preocupa dejar a Poli en casa!

«¿Y si la tía Galena lo mata y lo convierte en un platillo…?».

Poli al instante infló sus plumas, lo cual era una señal de alerta.

-¡Monstruo! ¡Preocupado! ¡Preocupado!

Poli gritó con fuerza. Liliana lo acarició para calmarlo,

-Vamos ahora! -dijo ella.

Se cambió y se puso un overol y una bolsa de gatitos. La pequeña con dos trenzas bajó corriendo las escaleras con un conejo de juguete en una mano y un loro en la otra. ¿Cómo puede ser tan linda? La Señora Castellanos, que siempre estaba muy preocupada por Liliana, insistió una y otra

vez:

-¡Por favor, cuida de Liliana! En especial tú, Luis, no pierdas de vista a Liliana.

-Lo sé, mamá-dijo Luis con impaciencia.

-¡Vámonos ya! -dijo Eduardo apresurado.

El corazón de Luis se derritió al ver a su adorable sobrina. Teniendo una sobrinita tan linda, ¡por supuesto que tenían que sacarla a pasear! Al mismo tiempo, Galena se esforzaba por despertar a Ana. Sin embargo, ella se negaba a levantarse de la cama. Galena se levantó y miró hacia abajo desde el balcón. Arrugó la frente cuando vio a Luis llevando a Liliana al auto.

“Ni siquiera lleva en brazos a su propia hija!».

Liliana levantó la vista y miró a Galena a los ojos. Dio un respingo y se abrazó con fuerza al cuello de Luis. El siguió la mirada de Liliana y levantó la cabeza. Miró a Galena con frialdad y cerró la puerta. El auto se alejaba cada vez más de la Mansion Castellanos, Galena se sentía irritada y molesta, pero no sabía por qué…

Luis era el arquitecto de mayor rango en la Compañía Nacional de Desarrollo de Ciudad del Oeste, mientras que Eduardo era el director general. Del mismo modo, Luis se encargaba de los asuntos externos, mientras que Eduardo se ocupaba de los asuntos internos. Ambos eran personas importantes en la empresa. Ahora ambos estaban trabajando en el desarrollo de infraestructuras de la Zona de Desarrollo de Ciudad del Oeste, que llevaba seis años en marcha.

Galena no sabía por qué sentía una sensación de ansiedad. Se decía que el lugar donde ocurrió el accidente ya estaba en desarrollo, y ya no se podía encontrar ni rastro ni pruebas. A menos que… esa persona reviviera… ¡Imposible! Galena se tranquilizó y procedió a despertar a Ana con voz suave y melodiosa:

-Mi princesita Ana, despierta…

Después de llevar por fin a Ana al jardín de niños, Galena regresó a la mansión Castellanos. Poco sabía que Beatriz la esperaba en el salón del primer piso.

-Beatriz…

Beatriz señaló el sofá y le indicó que se sentara.

-¿Por qué Ana va al jardin de niños todos los días a esta hora? ¿Pensaste alguna vez que podría interrumpir la siesta de los otros niños? -dijo con frialdad.

-Por supuesto que no, Beatriz. Ana es una niña considerada…

Se defendió Galena. Beatriz dejó escapar una risa sarcástica:

-¿En serio? Estuve demasiado agotada para intervenir en sus asuntos todos estos años, pero ahora…

Después de esto, Galena abandonó la habitación, con el rostro pálido como el papel. ¡¿Cómo podía Beatriz regañarla?! Ella no era su madre biológica, era solo una suegra. ¿Cómo podía regañarla? Galena no debía nada a los Castellanos, ¿cómo podía Beatriz meter las narices en su familia, en su matrimonio? Galena se sintió muy disgustada, tomó su bolso y salió de compras con su madre.

Luis

y Eduardo llevaron a Liliana a la obra. Ella no pudo evitar soltar una exclamación cuando vio elenorme estadio que aún estaba en construcción.

-Tío Luis, ¿qué es eso?

-Es el estadio recién construido.

Luis sonrió. Liliana apoyó la barbilla en la ventana y sus ojos brillaron de diversión:

-Qué estadio tan hermoso, parece un enorme reloj caído del cielo.

El cuerpo principal del estadio es un círculo y estaba rodeado de edificios auxiliares en forma de engranaje. Luis se quedó sorprendido y miró a Liliana extasiado:

-Incluso Liliana lo vio?!

El edificio estaba inspirado en un reloj mecánico y le llevó mucho tiempo diseñarlo. Liliana ladeó la cabeza y preguntó:

-¿Lo diseñaste tú, tío Luis?

-Sí, así es.

Luis encontró por fin a alguien que entendía su diseño. Liliana presionó con su pulgar la frente de Luis.

Buen trabajo, tío Luis.

Luis se rio de su espíritu infantil. Lo que dijo Liliana era demasiado fiel a su corazón.

Un reloj que cayó del cielo… Sí, indica la quietud y el paso del tiempo… sin embargo, la

dedicación y la determinación de los seres humanos en el deporte nunca morirán».

Se sintió muy cálido y no pudo evitar darle un fuerte abrazo, Pablo se despertó de la siesta y bostezó:

-Oh, ya llegamos. Ven, Liliana, deja que te enseñe a exorcizar.

Levantó las manos y sacó el espíritu femenino de su frasco. Pellizcó los dedos de la mano y el corazón y con rapidez lanzó un hechizo sobre su frente.

-Esto se llama hechizo de trabajo, cuando lo lances, el espíritu femenino trabajará para ti.

El fantasma femenino que se despertó tan temprano en la mañana.

“¿Tiene algún sentido?».

¡Invocar espíritus para trabajar a plena luz del día, haría que la mataran! Oh espera, ella ya murió. De hecho, murió aquí. El espíritu femenino miró por la ventana con tristeza.

-Por lo normal, los espíritus ordinarios, los espíritus errantes y los fantasmas afligidos no pueden aparecer durante el día. Sin embargo, los espíritus resentidos pueden aparecer, pero se esconderán en ascensores o entrepisos. Mientras que los espíritus malignos son los peores, pueden hacer lo que quieran a plena luz del día.

Liliana asintió como si lo entendiera todo.

-Bueno, en cuanto a esta «Tía Fea», no puede estar bajo el sol. Cuando la puerta se abra más tarde, ella desaparecerá.

<<Tía Fea».

iDeja de llamarme fea!».

Liliana conmocionada abrió los ojos.

«¿Va a morir una vez más?».

—Déjame enseñarte el Hechizo de Cambio de Alma, que por lo general significa pegarla a un objeto determinado para que pueda sobrevivir bajo el sol -dijo Pablo.

El mejor objeto era un paraguas, en especial un paraguas negro. Sin embargo, esto era irrelevante para el cambio de alma y en definitiva no era conveniente para Liliana llevar un paraguas a todas

partes.

–Encontremos un objeto primero, algo que sea ligero y pueda volar.

Pablo miró a Poli de forma inconsciente. Liliana se volvió en la misma dirección y murmuró

-Ligero, que pueda volar…

Poli sintió una premonición y gritó:

-¡No me arranques las plumas!

Pablo se quedó sin habla. Liliana lo calmó con rapidez:

-¡De acuerdo, de acuerdo, no te arrancaremos las plumas!

Al mismo tiempo, Luis miró a Liliana confuso. Ella abrió su bolsa de gatito y hurgó en ella. En unos segundos, isus ojos brillaron de emoción! El rostro del espíritu femenino se crispó cuando vio lo que Liliana llevaba en la mano…


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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