Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 224

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Capítulo 224 Lo que va, vuelve

La enfermera Jenifer casi gritó y, de repente, levantó la cabeza: vio a un anciano vestido con una anticuada ropa negra frente a ella, mirándola con atención.

Iba con muletas y tenía la cara pálida.

Este anciano le resultaba familiar, le parecía haberlo visto antes.

Sin embargo, pensó que era un anciano que salía corriendo de casa de un vecino, y gritó enfadada:

iLoco! Por qué estás aqui de pie en mitad de la noche y no duermes?

La enfermera Jenifer maldijo mientras se palmeaba el pecho.

Se sobresaltó tanto que se retorció los pies, y cuanto más lo pensaba, más se enfadaba.

-Vagas por ahí en mitad de la noche a una edad tan avanzada, ¿por qué no te mueres? Se agarró al pasamanos de la escalera y subió. Cuando se acercó al anciano, maldijo-: ¡Quitate de en medio! Quitate de en medio.

El anciano se apartó con lentitud.

La enfermera Jenifer se acercó mientras maldecía. Su casa estaba en el quinto piso. Se había lastimado la pierna y tenía que subir al quinto piso, ya estaba muy molesta por eso.

Cuando llegó a la esquina de la escalera del tercer piso, vio a una persona mayor de pie en lo alto de la escalera mirándola con atención.

Esta vez era una anciana.

Esta anciana era aún más exagerada, iba vestida de blanco, lo que volvió a escandalizar a la enfermera Jenifer.

-Malditos viejos bast rdos, ¿están muertos? ¿Por qué llevan todos ropa vieja y de luto? -volvió a maldecir.

Hoy ha quedado expuesta y todo Internet se ha llenado de voces que la increpaban. Su reputación ya estaba dañada y no queria seguir fingiendo.

Al pasar junto a la anciana, la enfermera Jenifer la fulminó con la mirada. En ese momento, se dio cuenta

que la anciana estaba de puntillas.

de

El corazón de la enfermera Jenifer latia con violencia….

¿Cómo podía úna anciana mantenerse tan firme sobre sus pies?

Miró hacia atrás y se dio cuenta de que el anciano la había seguido en algún momento, sólo unos pasos por detrás de ella.

La enfermera Jenifer se asustó de repente.

¿Cuándo subió el viejo? ¿Por qué no hizo ningún ruido? Estaba claro que llevaba muletas.

La espalda de la enfermera Jenifer estaba empapada en sudor frío, estaba tan asustada que se produjo un milagro médico, iarrastró su piema rota y corrió deprisa!

1:5

A casa, quería irse a casa!

Miró las escaleras mientras ascendía, la enfermera Jenifer sólo esperaba no ver a nadie más en ellas.

Justo lo que ella temía, antes de llegar al cuarto piso, vio a otro anciano de pie en las escaleras del cuarto piso.

Esta vez, el anciano llevaba una bata de hospital; ¿qué anciano seguiria llevando una bata de hospital después de volver a casa? La enfermera Jenifer se dio cuenta en ese momento de que estaba viendo fantasmas.

Mirando al anciano vestido de hospital que tenia delante, por fin recordó….

¿Era éste el anciano hospitalizado de la última vez, el que acababa de ser operado de cáncer de pulmón?

La enfermera Jenifer dio un paso atrás, asustada, pero una débil voz le llegó al oído:

-Me pisaste.

Giró de golpe la cabeza, con los pelos de punta: iel viejo y la vieja habían vuelto a ponerse detrás de ella en algún momento!

Estaba a punto de echar a correr, pero cuando se dio la vuelta, ivolvió a ver al anciano vestido de hospital clavándose delante de ella!

-Enfermera Jenifer, quiero toser flema… ¡Estoy tan incómodo! -dijo en voz baja-: Ayúdeme…

La enfermera Jenifer parecía oler el hedor….

Claro que se acordaba.

Después de que este anciano fuera operado de cáncer de pulmón, el médico le dijo que tosiera flemas con frecuencia.

Como enfermera, tenía que ayudar al anciano a levantarse al menos siete u ocho veces por hora, y prestar especial atención a sus heridas… ¿Quién podria hacerlo?

¿No te agotarías?

Así que, después del primer día, le dio pereza y no echó las flemas que habia tosido el dia anterior. Cuando llegaron los familiares del médico, ella dijo que ya había tosido todo el día.

Al tercer día, la tos del anciano empeoró cada vez más. ¡lncluso lo despertaba cuando dormía por la noche!

Las personas que no podían dormir bien por la noche, sobre todo si las despertaban en mitad de la noche, tenían mal genio.

Cuando se enfadó, pellizcó el uréter del anciano. El catéter estaba conectado después de la operación, y estaba conectado a la bolsa del catéter y colgado en la cabecera de la cama. El médico le dijo que abriera la bolsa del catéter antes de que estuviera llena…

La enfermera Jenifer apretó la bolsa de cateterización para que la orina volviera a fluir.

Al día siguiente, el anciano murió de una infección aguda.

El propio médico dijo que, si el paciente no podia toser con flema, sería propenso a la infección. Además. se trataba de una operación de cáncer de pulmón, y la muerte por infección tras la operación también era inuy común. Aunque la familia estaba muy triste, no pensaron en otras cosas.

-Ruidoso, ruidoso, la ver si sigues haciendo ruidos!-. La enfermera Jenifer recordó que cuando se llevaron- al viejo, dijo eso.

-Ah…

La enfermera Jenifer gritó y corrió como una loca, pero por más que corrió no pudo llegar al quinto piso.

Corrió y corrió, y cada vez que levantaba la vista se encontraba en el tercer piso o en el cuarto.

En cada escalera, habría un anciano esperándola.

De los tres primeros, a los cinco siguientes, ocho, diez…

La enfermera Jenifer estaba tan tullida de tanto correr que se acurrucó horrorizada en un rincón de la escalera:

¡No vengan aquí, no vengan aqui!

Cuando estaba desesperada, de repente se encontró con una niña en lo alto de las escaleras del tercer piso:

¡Liliana!».

-iSeñorita Liliana, ayuda, ayuda! -La enfermera Jenifer se apresuró a bajar.

Sin embargo, no pudo subir al tercer piso.

Liliana frunció los labios, la miró y preguntó:

Cuando hay un agravio siempre hay un deudor. Estos ancianos acudieron a ti porque los mataste. ¿Por qué lo hiciste? ¿Tenían estos ancianos algún rencor contra ti?

La enfermera Jenifer tenía la cara pálida, cubierta de sudor, las pupilas dilatadas… Era aterrador mirarla.

Ella gritó:

-No, no odio…

La anciana vestida de blanco dijo en voz baja:

-Entonces, ¿por qué me diste de comer mi*rda y luego me asfixiaste con una almohada…

La enfermera Jenifer temblaba de desesperación:

-No lo hice a propósito, sólo estaba demasiado cansada, yo, yo no pretendía nada malvada.

Liliana frunció los labios.

-Ella los mató, ino hubo malicia?».

La enfermera Jenifer lloraba y decia:

–Como los ancianos son muy dificiles de cuidar, estoy muy cansada, pero tengo que ganar dinero para

vivir…

Los ancianos paralizados en cama e incapaces de cuidar de sí mismos eran en realidad una carga para sus hijos.

Básicamente, de diez familias, siete u ocho estaban abrumadas y agotadas por este motivo, y también esperaban ser relevadas lo antes posible, ino?

Por eso mató a tantos ancianos sin ser descubierta.

Más tarde, sintió que este asunto era normal. Después de todo, era una carga. Los niños no podían hacerlo. por moralidad, así que ella lo hacía para aliviarlos….

¡Quizá le estaban agradecidos en secreto!

La cara de Liliana estaba tensa:

-¡Quieres ganar dinero para vivir, pero no puedes matar a los ancianos!

-Además, los hijos de los abuelos seguro que no querían que murieran.

La enfermera Jenifer lloró y dijo:

-Yo no era asi al principio. Otra alumna de último curso me enseñó así. Yo, yo en verdad, yo no era así al principio… En verdad no quería decir nada, de verdad…

Al ver que Liliana se mostraba indiferente, volvió a mirar a los ancianos que tenía delante:

-Sus hijos serán liberados después de que mueran, de lo contrario serán una carga para sus hijos si están vivos y no pueden moverse… En vez de arrastrar a sus hijos y vivir sin calidad de vida, ¿por qué no se mueren? Ya ven, sólo pienso en sus hijos….

Liliana no entendía lo que decía.

Los fantasmas daban miedo, pero ella descubrió… El corazón de algunas personas daba aún más miedo que los fantasmas.

Frunció los labios y, de repente, no quiso preocuparse del asunto que tenía delante.

En un principio, debería haber convencido a estos abuelos para que se marcharan y no se quedaran más en este edificio.

Sin embargo, quería marcharse ya.

Liliana lo hizo en cuanto se le ocurrió, se dio la vuelta y bajó las escaleras.

La enfermera Jenifer estaba aterrorizada y rodó asustada:

-iSeñorita Liliana, señorita Liliana!

¡Por favor, no se vayas! ¡Por favor, sálveme!

-Señorita Liliana, ayúdeme, no será una mera espectadora, ¿verdad?

Liliana bajó las escaleras y vio a Braulio esperándola.

Entonces escuchó gritos aterradores en el piso de arriba…


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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