Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 204

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Capitulo 204 El corredor aterrador

Aquel hombre alto, fuerte y de rostro negro abandonó pronto el aeropuerto después de que Liliana subera al taxi y se marchara.

El taxista ilegal observó cómo el taxi se alejaba. Maldijo:

Que niña más molesta! Tú eres la que se va a tropezar con un fantasma! Y toda tu familia también.

Escupio por la ventanilla y siguio recogiendo más pasajeros.

Liliana abrio la cremallera de su pequeña bandolera dentro del taxi y sacó una cartera de tamaño considerable. En la cartera habia varias bolsitas de regalo.

Zacarias llevaba un rato intentando volver a conectarse a Internet, pero no tenía suerte. Frustrado, guardó su teléfono. Entonces vio a Liliana contando las bolsas de regalos. Se quedó algo boquiabierto y dijo:

-¿Que epoca es esta? La gente sigue usando dinero en efectivo hoy en día?

Liliana se quedo bastante sorprendida y preguntó:

-Zac, no usas dinero?

Zacarias respondio impaciente:

-Hoy en dia todo el mundo paga por Internet; la gente rara vez usa efectivo.

Liliana sacudió la cabeza y dijo:

-No me gustan los pagos por Internet. Me gusta gastar dinero de verdad. Puedo ver con precisión cuánto me queda haciendo esto.

-Se me rompe el corazón cuando se me aligera la cartera, lo que me disuade de hacer compras imprudentes. Podré ahorrar mucho dinero y seguir enriqueciéndome.

Zacarias hizo una mueca desdeñosa. Tomó una bolsa de regalo y la miró con desdén, diciendo:

-No tenías que mantener la bolsa de regalo intacta, ¿verdad?

Nadie metería una bolsa de regalo en la cartera, aunque pagara en efectivo.

Liliana miraba atenta la bolsa de regalo que llevaba Zacarias en la mano. Dijo:

-Zac, no lo entiendes. El dinero que hay dentro de la bolsa de regalo puede multiplicarse. Así tendré mās dinero a largo plazo.

Zacarías se burló:

—Creencias supersticiosas!

Lihana extendió la mano y tomó de nuevo la bolsa de regalo, diciendo:

-Me he quedado sin palabras. No lo entiendes.

13

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Zacarias no estaba de humor para discutir con ella. Se limitó a permanecer en silencio. Liliana se inclino entre el asiento del conductor y el del acompañante. No dejó de mirar el contador. Indicaba 89, y luego salto rápido a 96.

El taxista anunció:

-Ya hemos llegado.

Liliana arrugó la cara, angustiada. Estaba desolada al ver que el precio habia subido de 89 a 96, a pesar de que el coche sólo se había movido una corta distancia. Le costó siete billetes más. Podría haber recorrido a pic la corta distancia.

Liliana miró la bolsa de regalos que tenia en la mano. Preguntó de mala gana:

Señor, ¿puede dar un poco marcha atrás al coche?

El conductor preguntó confundido:

-Eh? He conducido demasiado lejos? No puedo dar marcha atrás o me multarán.

El taxi no le pertenecia. Le parecía bien que multaran a su propio coche, pero no queria que le ocurriera al

taxista.

Liliana sacudió la cabeza y dijo:

-No, pero no tengo suficiente dinero; 89 es mejor.

El taxista le contestó:

-Cariño, dar marcha atrás también conlleva un recargo.

-¿Eh?-preguntó Liliana confundida.

“¿Por qué hay que pagar más cuando se invierte? Este contador no es justo.

Cuando el taxista vio lo joven y adorable que era, se le derritió el corazón y dijo:

-De acuerdo, que sean 89.

A Liliana se le iluminaron los ojos de alegria y dijo:

-¡Gracias, señor!

Tras decir esto, sacó un billete de 100 de la bolsa de regalos.

El taxista torció la boca y preguntó;

-No ha dicho que no tiene dinero?

Liliana se sintió un poco avergonzada. Susurró:

-Papá dijo que un penique ahorrado es un penique ganado.

El conductor parecia escéptico.

2.5

Diria algo asi alguien como el jefe Montenegro?”.

Cuando Braulio se dio cuenta, él también movió la comisura de los labios. Protestó en mente:

No lo hice. Nunca lo dije-.

El taxista ayudó a Liliana a sacar la maleta del coche y la ayudó con la jaula. Vio que Zacarías se quedaba atrás, pero el chico no paraba de querer volver a conectarse a un juego del móvil. Giró la cabeza y metió el asa de la maleta en la mano de Zacarias. Luego colgó las bolsas y la jaula en el asa de la maleta

Zacarias levantó la vista y se dio cuenta de que tenia un montón de cosas en la mano. Se quedó petrificado y por fin se dio cuenta de que Liliana había llevado todo el equipaje hacia un momento.

Liliana extendió la mano y dijo:

-Zac, déjame llevarlo Soy fuerte.

Liliana no creia que hubiera nada malo en ello.

Zacarias le apartó la mano.

-Olvidalo dijo con semblante serio-. Si lo llevas, luego te cansarás y te pondrás a llorar. ¿Te vas a quejar a los abuelos cuando volvamos a casa?

Lo dijo con obstinación. Luego sacó la maleta y se dirigió hacia la entrada del hotel.

Liliana la siguió con alegria, parloteando:

-Este es el Edificio Cerezo! Nos alojaremos aquí los próximos dos días.

Zacarias respondió:

-Oh.

-Edificio Cerezo: por que me suena este nombre?».

Liliana añadió:

-Antes de venir, le pedi a papá que reservara aqui la habitación 34008. Es una suite de dos dormitorios, y está justo al lado de la habitación de la chica que se suicidó.

Zacarías dejó de caminar de golpe. Reprendió:

-iMaldita sea! ¿Por qué nos quedamos ahí?

Preguntó Liliana, mientras lucia una expresión de perplejidad.

-¿A qué íbamos a venir aqui?

Vinimos aqui para atrapar al espíritu femenino! Zacarias fue perseguido por ese espiritu femenino después de echar un vistazo a la fotografia post-mortem. Por supuesto, tenemos que venir aquí y atrapar a ese espiritu.

ana se dio cuenta de que la tez de Zacarías se habia puesto pálida y preguntó:

Zac, nenes miedo?

Zacarias replicó:

-Tonterias!

Liliana dijo:

-Entonces, vamos!

Zacarías no dijo nada. Cuando levantó la vista, pudo distinguir las dos palabras «Edificio Cerezo escritas en el último piso de dos edificios altos que estaban uno frente al otro.

Liliana se puso de puntillas y se registró en la recepción. Cuando terminó, tiró de Zacarías hacia el ascensor y le dijo:

-¡Vamos!

El ascensor subió en linea recta hasta el piso 34. El edificio tenia varias plantas y las habitaciones estaban abarrotadas. El largo pasillo parecia no tener fin.

Zacarías sólo echó un vistazo rápido al pasillo, pero, por alguna razón, sintió que le recorría un escalofrio.

Liliana echó un vistazo y analizó:

-Hay algo raro en el diseño, y se forma en un aura. Como el pasillo es tan largo, es probable que muchos fantasmas se congreguen en este edificio.

Zacarias se congeló.

-Hiciste un buen trabajo explicándolo, pero por favor no lo vuelvas a hacer.

Este edificio no era exactamente un hotel de lujo, y la gente que vivia en este piso no estaba formada por turistas. En su lugar, era una residencia caótica para alquileres a corto y largo plazo.

No había moqueta en el pasillo. Cuando los niños arrastraban la maleta, el sonido de las ruedas rodando llenaba todo el pasillo. A medida que avanzaban, el sonido se extendía poco a poco a otros pisos.

Una de las puertas se abria de vez en cuando a ambos lados del pasillo. Se podia ver al inquilino relajándose con la brisa fresca sentado en la puerta. Cuando veian a los niños, los miraban sin comprender.

A Zacarias le pareció que aquel pasillo era demasiado largo, pero al final llegaron a la suite 34008. Liliana utilizó la llave de la habitación para abrir la cerradura; escucharon un pitido y se abrió la puerta.

Cuando Liliana empujó la puerta para abrirla, entró una ráfaga de viento fresco. A Zacarías se le erizó el cuero cabelludo cuando escuchó un leve crujido procedente de la habitación vecina.

Para colmo, Poli emitió un sonido y exclamó:

—Oh. ¡qué refrescante!

Zacarias sintió que el corazón casi se le salía por la garganta. Exclamó:

-Rapido, tenemos que entrar!

Quiso entrar de inmediato en la habitación, pero la puerta se cerró de golpe porque el viento era demasiado fuerte. Liliana habia entrado en la habitación, pero Zacarías se había quedado fuera.

En el pasillo se escuchaba el silbido del viento. Zacarias tuvo la sensación de que, aunque la puerta de la habitación vecina estaba bien cerrada, se abriria de repente en el segundo siguiente. Esta sensación le pareció algo más espeluznante cuando no consiguió entrar en la habitación.

Zacarias golpeó frenético la puerta. Gritó:

-Liliana! ¡Abre la puerta!

El inquilino, que disfrutaba de la fresca brisa en la distancia, se asomo. El miedo de Zacarías aumentó como consecuencia del silbido del viento.

Escuchó un chasquido procedente de la puerta. Zacarias se alegró mucho e intentó entrar en la habitación. Cuando agarro el picaporte y lo empujó, se dio cuenta de que la puerta no se abria.

En otras palabras, el chasquido no procedía de su habitación, sino de la habitación vecina.


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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