Capítulo 180 La pérdida de la confianza y el daño a las vidas inocentes
Ibero estaba golpeado en el suelo. Todos los demás en casa se habian ido a trabajar o a la escuela.
-¿Quién eres?
Estaba sorprendido y aterrorizado.
Braulio sonrió con satisfacción, alzando las cejas.
-Me sacaste bastante provecho, pensé que me reconocerías.
Fue entonces cuando Ibero se dio cuenta de que era Braulio. Si, iera el tipo del que había estado editando videos!
-Tu… ¡Es ilegal golpear a la gente! -dijo asustado.
Braulio pensó:
“Oh, está bien. Tú no tienes miedo de nada. ¿por qué yo sí?.
Un extraño miedo surgió en el pecho de Ibero al ver la postura de Braulio y su labio empezó a temblar.
-¡No te alejes demasiado! Hay cámaras alrededor….
Justo cuando había terminado de hablar, vio una figura familiar que se acercaba. Era la dueña de la casa
donde vivía.
Ibero gritó:
-¡Socorro! Señora, me están atacando.
Gema tenía una taza de té en las manos y tomó un sorbo abundante.
-¡Ah, el té en verano es lo mejor!
Ibero se quedó mudo.
iLe importa más su té!-..
Gema murmuró entre dientes:
-Qué raro. ¿Por qué no funcionan las cámaras? Voy a ver.
Al hablar, pasó de largo como si no hubiera visto nada. Ibero se quedó perplejo.
Las cámaras no funcionan?.
Braulio agitó una mano.
-Vamos, tráiganlo adentro. Tendremos una agradable charla.
Ibero iba a gritar, cuando uno de los hombres de camisa negra le hizo un duro gesto cortante en el cuello
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No pudo hablar más.
La puerta se cerró y Ibero perdió toda esperanza. Los hombres de las camisetas negras y Braulio estaban todos juntos en una diminuta habitación alquilada, por lo que resultaba incómodo.
Braulio levantó la cabeza. Uno de los hombres de negro tocó el hombro de Ibero.
-No te preocupes, somos amables. No haremos un desastre.
Ibero se preguntó si lo iban a asesinar.
En efecto, uno de los hombres de negro se puso guantes y tomó un cuchillo de la cocina. Otro le sujetó la
mano.
Braulio sonrió preocupado.
-Disfrutas cortándote tus propios dedos, ¿verdad? Córtate los nueve restantes. Así ya no podrás fastidiar a la gente para llamar la atención.
Ibero
no sabía
por qué el primer pensamiento que le vino a la cabeza fue no suplicar, pero, si perdia los diez dedos, podría utilizar su nueva identidad de discapacitado para conseguir más atención. Podría aprovecharse de la simpatia, eso funcionaría.
Un destello metálico le llamó la atención y lo distrajo. El hombre de negro levantó el cuchillo y lo golpeó con fuerza.
Ibero retiró las manos a la velocidad de la luz. El cuchillo cayó sobre la tabla de cortar.
No sabia qué clase de persona era Braulio. Si hubiera apuntado bien, no habría fallado. Solo estaba asustando a Ibero.
La cara de Ibero se quedó sin color y se inclinó, golpeando la cabeza contra el suelo una y otra vez.
-iPor favor. perdóname, por favor! No volveré a hacerlo, ilo siento!
Braulio lo miró con odio. Los desvergonzados como él no le temian a la ley.
«Llevaria tiempo demandar a este bast*rdo, de todos modos..
Tendría que ocuparse él mismo de Ibero.
Insultar a su querida hija y utilizarla para llamar la atención una y otra vez. Braulio tenía que darle una lección de alguna manera.
Braulio miró a su alrededor y tomó una tarjeta amarillenta de la mesa.
-Ibero Sotelo.
-Ja, qué desperdicio de un buen nombre».
Braulio tiró la tarjeta.
-Tengan una buena charla. Recuerden que aqui somos gente civilizada.
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Los sicarios de los Mendoza respondieron:
-Entendido!
Braulio cerró la puerta y se fue.
Ibero cayó de rodillas. rogando y suplicando. Esos sonidos pronto se convirtieron en gruñidos de agonía mientras le daban una paliza de muerte.
Fuera de la puerta, Leandro vigilaba ansioso mientras su cabeza zumbaba.
-¿Es esto de verdad una buena idea con el estatus que ostenta, Señor Mendoza?
Estaba a punto de llorar.
Braulio permaneció apoyado al frente de la casa, con una expresión indiferente.
-Mi estatus? Ahora mismo soy un filántropo.
Leandro pensó:
-Pero, ¿qué…-.
Braulio dijo:
-Además, los Mendoza se van a ocupar de él. Nadie más.