Capítulo 169 ¿Salvar a alguien es un error?
Los botes de rescate iluminaban el agua en la noche, buscando y recogiendo a medida que pasaba el tiempo. La señora de mediana edad, ahora contenida, seguía llorando:
-Mi hija… mi hija…
Sin embargo, tras media hora de búsqueda, no aparecía, por ello, alguien dijo que tal vez la chica había. sido arrastrada por la corriente y se hundió en el fondo del río, por lo que era imposible que siguiera viva.
-Si esa señora no se hubiera entrometido, su hija pudo haber sido encontrada.
-Está bien, deja de hablar de eso. Acaba de perder a su hija, no eso es muy triste.
A la mujer de mediana edad le dolía el pecho mientras escuchaba, estaba por completo preocupada. Cualquier madre habría hecho lo mismo en una situación así, pero tampoco pidió que Braulio la salvara. La mujer se sintió invadida por el remordimiento y la culpa, apenas podía respirar, corrió hacia él y empezó a golpearlo y patearlo.
-¿Por qué no salvaste a mi hija primero? ¿Por qué rescataste a un cadáver? ¿Por qué me salvaste a mí? ¡Eres malvado, deberías estar muerto! Mi hija solo tiene dieciséis años, ¡y no la salvaste! ¡Deberías estar
muerto!
La mujer rompió en llanto mientras le gritaba a Braulio. Liliana apretó los puños.
-¡No es justo! ¡Es absurdo!
Liliana no lo entendía, su padre se esforzó tanto para salvar a todo el mundo y ahora lo culpaban de todo. Braulio empujó con suavidad a Liliana detrás de él, con expresión fría. Podía entender el dolor de perder a un hijo: si lo pensaba bien, él estaría igual de abrumado si su querida Liliana sufriera lo mismo. Pero el comprenderlo era una cosa, eso no significaba que fuera culpa de él. Braulio tomó la mano de la mujer, extendida y lista para abofetear a Liliana. La apartó de un empujón.
-No te culparé por esto, sabiendo que tu hija no está en ninguna parte.
La mujer se negó a retroceder, pero el hombre que acababa de ayudar a Beatriz a cuidar a Liliana gritó:
-Terminaste de hacer un escándalo? ¿Acaso el hombre no bajó para rescatar a todos? ¿No se encontró con problemas también en el agua? ¡Quién crees que eres para pedir que alguien sacrifique su vida por la de tu hija! ¿Acaso la vida de tu hija vale más que la de los demás?
La mujer se mordió el labio. La cuestión era que su hija ya no estaba.
-iPero, se lo supliqué!
La mujer parecia haber perdido el control al gritar semejante cosa. Los demás no sabían qué decir. Luego. alguien más dijo:
-En verdad es la muerte de tu hija el tener una madre como tú! No me extraña que se haya suicidado.
-Exacto Saltó para salvar a tu hija, y tú sigues diciendo todo eso.
La mujer se derrumbó esta vez, llorando bastante fuerte en tanto gritaba:
De qué demonios están hablando? Mi hija ya no está, ly ustedes están hablando así de ella! ¿El la salvó? No, no lo hizo. Todos ustedes son perversos, diciendo esas cosas.
Agitó los brazos mientras hablaba, tratando de golpear a la multitud. Poli se escondió en el hombro de Liliana diciendo:
-¡Mujer malvada, cae sobre ese gran trasero tuyo!
Justo cuando las palabras resonaban en el aire, la mujer perdió el equilibrio, resbaló y cayó al suelo. Su cabeza golpeó el suelo con fuerza, poniéndola de rodillas ante la persona a la que acaba de golpear.
Tanto Liliana como Braulio se quedaron sin palabras ante lo sucedido. El propio Poli se aterrorizó ante la visión, y se apresuró de inmediato a tranquilizar a Liliana de inmediato. Braulio sujetó a Liliana.
-¡Vamos!
Las autoridades habian terminado de registrar su declaración, y también les había dejado su número, ya que no tenía sentido seguir ahí. Antes de marcharse, Braulio echó una última mirada al cadáver que yacía. a la orilla. La manta que lo cubría dejó al descubierto su hinchado y pálido rostro. El corazón de Braulio se estremeció de miedo al verlo. Las pupilas del hombre los estaban mirando. Cuando estaban en tierra, sus ojos estaban abiertos de par en par y lo miraban fijamente, pero ahora, sus pupilas se habían girado de alguna manera. Braulio se quedó mudo.
Liliana preguntó:
-Papá, ¿qué pasa?
-¿Dónde está tu maestro? -preguntó él.
-Volvió bajó tierra. Dijo que vendría alguien para una inspección… -respondió Liliana.
Braulio no dijo nada más. Empujó a Beatriz para que regresara a casa. Beatriz preguntó nerviosa:
-¿Estás bien?
Braulio no mostró mucha emoción, y solo murmuró:
-Estoy bien.
-¿Por qué estuviste forcejeando en el agua tanto tiempo, entonces?
Ella estuvo junto a la orilla del río cuando todo el mundo se agrupaba, por lo que pudo ver que Braulio llevaban mucho tiempo luchando en el agua. Braulio se quitó la camisa.
-Las algas eran un dolor.
Beatriz no pudo evitar reprenderlo.
-¡Pues no te precipites tanto la próxima vez! ¡Qué aterrador! En la noche no puedes ver nada, y si te hubieras encontrado con alguien en el agua?
Braulio se quedó sin habla, pero Beatriz se refería a ramas o rocas en el agua. Braulio, en cambio, penso en lo que lo suietá de los tobillos en ese momento. Una vez en casa, Braulio se quité la ropa mojada para mostrar su firme y ancho pecho. Se miró en el espejo en busca de heridas y no vio nada extraño, tan solo
habia una marca de mano verde púrpura en su tobillo. Tocó la marca y se sentía fría.
Justo cuando estaba en medio de sus pensamientos, se escuchó un golpe en la puerta. Se envolvió en una toalla y abrió un poco la puerta. Liliana estaba de pie frente a la misma, mirando a izquierda y derecha antes de susurrar:
-Papá…
Braulio abrió la puerta para que entrara.
-¿Qué pasa, mi querida niña? -preguntó,
Liliana sostenía una espada de madera del largo de la palma de la mano. Estaba vestida con túnicas. amarillas, y sostenia un amuleto de papel en la otra mano. La niña dijo:
-iPapá, vine a exorcizarte!
-¿Qué? Espera -Aun no se había duchado.
-¡No te duches!
Braulio hizo un gesto asintiendo. El sonido del agua llegó a través del baño. Liliana seguía preocupada y gritó:
-¿Papi
-¿Si?
-Nada, solo comprobaba si estás vivo.
Liliana dejó de preocuparse. Braulio no dijo nada. A los treinta segundos, Liliana volvió a decir:
-¿Papi?
Aún estoy vivo. Pensó Braulio.
Pasaron otros treinta segundos.
-¿Papi?
Braulio se quedó sin palabras. La puerta se abrió con un crujido, y él se plantó en el marco de la puerta con expresión desconcertada. Estaba vestido con una bata de baño, arrojando la toalla que acababa de usar al cesto de la ropa sucia mientras decía:
Mi querida niña, ésta es la ducha más rápida que papá ha tomado.
Liliana preguntó:
Entonces, estás limpio?
Braulio se quedó mudo.
Qué te has creido?-..