Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 130

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Capítulo 130 ¿No reflexionan sobre ustedes mismos?

Al escuchar las palabras de Flora, Beatriz se puso furiosa. Lo más exasperante era que la abuela de Raimundo tenia una expresión indiferente y no parecía importarle.

Braulio dejó a Liliana con Beatriz y dijo con frialdad:

-Digame, ¿cómo quiere resolver esto?

La abuela de Raimundo se asustó y se le puso el rostro pálido, pero insistió:

-¿Qué quiere decir con cómo resolverlo? No se lo dijo ya la profesora? ¡Su hija golpeó primero a mi nieto! Esto es ridículo Hay alguna razón para pegarle a alguien? -resopló La abuela de Raimundo enfadada y no creyó que hubiera nada malo en lo que hizo su nieto

Braulio se mofó:

-Su nieto le jaló el cabello a mi hija primero y mi hija solo se defendió.

La anciana se impacientó:

-Ya le dije que jalar del cabello a alguien no es para tanto. ¿Qué chico no jala del cabello a las chicas? No jala del cabello a los demás, sino al de su hija. Deberían reflexionar sobre ustedes mismos por dejar que su hija lleve una pinza de cabello tan llamativa. ¡Incluso pienso que su hija distrajo a mi nieto en la clase!

Después de hablar, resopló y le preguntó a Raimundo si estaba herido o le dolía algo. Inclusive gritó que queria ir al hospital para hacerle un chequeo y exigió una indemnización por todos los gastos médicos.

Beatriz estaba tan enfadada que temblaba.

¿Qué clase de gente son?.

Antonio también estaba furioso. Si un adulto le pegaba a alguien, podía llamar a la policía y darle una lección. Pero ahora era un niño y no podía llamar a la policía. Aunque lo hiciera, sería inútil. A lo mucho, regañarían al niño y les darían dinero. ¿Pero estaba la Familia Castellanos necesitada de dinero? ¡No! Antonio sacó su teléfono con rostro de seriedad.

De repente, se escuchó el sonido de una bofetada. Braulio tenia una mirada inexpresiva mientras abofeteaba a la anciana con un sonoro golpe. Esta repentina bofetada dejó atónitos a todos, e incluso Flora se quedó boquiabierta mientras veia a Braulio.

Braulio no demostraba ninguna emoción. No le importaba lo que pensaran los demás de que le pegara a mujeres, niños o ancianos. Solo le importaba lo que creía correcto. No dudaba en contraatacar si alguien lo provocaba, aunque ello supusiera arriesgar su vida.

La anciana temblaba de coraje mientras se tapaba el rostro y decía:

-Pero ¿cómo se atreve a pegarme?!

Braulio parecia entumecido e indiferente:

-¿Por qué? ¿Por qué le pegué a usted en vez de a otra persona? ¿No cree que debería reflexionar sobre usted misma? -Retiró la mano y le retorció la muñeca-: Tengo que decir que su rostro es demasiado

apitulo 130 No relexionan sobre ustedes misiHUS!

grueso. Me lastimó la mano.”

Beatriz, Hugo y Antonio se quedaron atónitos. Antonio se detuvo cuando iba a hacer una llamada telefónica. Braulio tenia que ser el único que era capaz de hacerlo. Puede que esta bofetada no hubiera sido muy ética, pero fue muy satisfactoria.

Braulio se mostró frio al decir:

-Tiene que ir al hospital para un chequeo y compensar los gastos médicos, ¿verdad? Adelante, Liliana. Te voy a dar un millón y así podrás darle dos palizas.

Liliana se sorprendió.

¿De qué están hablando?-.

La anciana tartamudeó:

-Usted… es…

Braulio la vio con una sonrisa siniestra y le dijo:

-De otro modo, me temo que no encontrará nada malo cuando vaya al hospital. No le convendrá extorsionarme.

Antonio no pudo evitar reirse.

-¡El nunca siguió las reglas!-.

La anciana estaba tan enfadada que casi escupe un litro de sangre.

-Solo esperen, todos, solo esperen…

La anciana estaba muy agitada. Nunca había sido intimidada de esta manera. Dijo que el otro niño le pegaba a la gente por cosas sin importancia. ¡Era el resultado de la mala educación de sus padres!

-Si le siguen dando ese ejemplo, isu hija se arruinará tarde o temprano!».

La anciana estaba furiosa, viendo al director y a la profesora, dijo:

-No van a hacer nada al respecto, ¿verdad? Bien, iesperen un poco! Voy a ponerlos en evidencia. ¡Voy a publicarlo en Internet!

El director también quería tomar medidas.

Pero no tuvimos ninguna posibilidad? ¿No siguió hablando y los molestó hasta que ellos reaccionaron?.

Al ver a la anciana casi exasperada, Beatriz se sintió aliviada. Antonio también guardó su teléfono y le dijo a Carlos:

-Ve a averiguar de qué familia se trata.

El director sonrió y dijo:

Senior Castellanos, por favor, sientese. Vamos a calmarnos todos.

Flora se asustó y dijo:

-Sí, es un asunto sin importancia. Vamos a hablarlo.

Se arrepintió de haber sido tan impulsiva. Siempre pensó que la abuela de Raimundo había ido demasiado lejos y le preocupaba que los padres de Liliana no pudieran hablar con ellos. Pero resultó que el padre de Liliana era despiadado.

Ahora estaba preocupada por la anciana. Este incidente no beneficiaría a la familia de Raimundo. Flora no queria que las rencillas de los niños se convirtieran en rencillas de adultos y acabaran perjudicando de nuevo a los niños.

De manera inesperada, la anciana no lo apreció, se quedó viendo y dijo:

-¿Cuál es el problema? ¿Me están amenazando?

A menudo leía revistas de famosos, pero nunca había visto a Antonio y Braulio en ellas.

-¿Cuál es el gran escándalo de ser rico? ¿Quién no tiene dinero?».

La anciana señaló a la Familia Castellanos y dijo:

-Permitame decirle que nuestra familia también tiene conexiones. ¿Conoce a la Familia Mendoza de Terradagio? Llevan muchos años trabajando con la compañía de mi hijo. ¡Se está buscando demasiados problemas! ¡Le advierto que pronto morirá!

Antonio y Beatriz vieron a Braulio. El hombre estaba sorprendido. Era la Familia Mendoza otra vez.

Después de recibir una bofetada en el rostro, ¿ya no pude aguantar más?».

Antes despreciaban lidiar con las familias de negocios, pero ahora lo aceptaban. Esta vez, la Familia Castellanos y Braulio ni siquiera se molestaron en seguir discutiendo.

La anciana no quería quedarse más tiempo y se llevaría a su nieto. Pero, de manera inesperada, Braulio dijo:

-Espere.

La anciana se burló:

-¿Qué, tiene miedo?

Braulio sonrió satisfecho, sus ojos revelaban frialdad, sarcasmo e intimidación.

-Disculpese -dijo Braulio.

La anciana se quedó sin habla.

No puede ser, me pegó y ahora me exige que pida perdón».

Braulio vio a Raimundo y le dijo con calma:

-Un hombre de verdad admite sus errores y se disculpa cuando se equivoca.

Rainuundo estaba tan asustado que se agarró con fuerza del bastón de su abuela.

La expresión de Braulio se fornó fría:

-Hoy te di una oportunidad. Si no te das cuenta de tu error, cosas más crueles en el futuro harán que te disculpes.

Raimundo no sabía por qué se sentía tan incómodo. Era incapaz de respirar, preparándose de modo inconsciente para disculparse. En ese momento, la anciana tiró de Raimundo y lo abrazó con fuerza. Regañó con enfado:

-¿Acaso es usted humano? ¿Ser tan duro con un niño?! Raimundo no ha hecho nada malo y usted amenaza así a un niño. ¿Aún es usted humano?

De repente, Raimundo se sintió justificado.

-Es cierto, yo no hice nada malo. ¿Por qué debería disculparme? No quiero disculparme.

Se marcharon indignados.

El director estaba a punto de llorar, pero tuvo que forzar una sonrisa y decir:

-Lo siento, Señor Castellanos, Señor Mendoza. Todo se debe a la mala gestión de nuestra escuela.

Detrás de la puerta. Priscila estaba ansiosa. Estuvo allí todo este tiempo, pero tenía miedo de entrar. Había sido testigo de todo. Cuando Flora salió, Priscila tenía una expresión afligida mientras decía:

-iFlora, lo siento! Todo fue culpa mia. Estaba tan cerca de Liliana y Raimundo que no tuve tiempo de detenerlos. Si no se hubieran peleado, nada de esto habría ocurrido.

Flora estaba demasiado cansada para decir cualquier cosa.

Priscila preguntó entonces:

-Por cierto… Flora, la familia de Liliana es muy poderosa? No los he visto en ninguna revista.

Flora pronunció una frase:

-Los que salen en las revistas son personas muy importantes, pero a veces las verdaderas personas influyentes son las que no salen en las revistas.

Los ojos de Priscila brillaban con un racimo de luz. Observó en secreto a Braulio.

-¡Este hombre es alto y muy atractivo!”.

Ylo

que era más importante, su arrogancia y salvajismo hacían que el corazón de la mujer latiera sin

control.


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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