Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 199

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 199

Capítulo 199 Beatriz se levantó

Zacarias sentía frío y tenía el cuero cabelludo entumecido. Vio cómo el fantasma femenino se arrastraba desde la ventana y flotaba hacia él.

Las piernas de Zacarías estaban blandas y aún podía recordar lo arrogante que fue con el fantasma. Entró en pánico..

-ILiliana! ¡Liliana!

El fantasma femenino sonrió, estiró los dedos y le laceró la carne…

-¡Aaah!

¡Zacarias sintió que lo abofeteaban!

iZas!

Zacarías miró al frente. Vio a Liliana subiendo al sofá y pisando su cuerpo mientras sostenía un abanico.

-¡Hermano, despierta! -dijo Liliana-. Te voy a pegar si no despiertas.

iZas!

-Zacarias, tú….

Todavía no había recuperado la conciencia.

Solo sintió que tenía algo en la boca y lo escupió, resultó ser un calcetín. Liliana estaba preocupada.

-¿Está teniendo una pesadilla?

Josué respondió:

-Creo que si, incluso puede dormir cuando juega.

Resultó que Zacarias no sabía que estaba dormido. Pronto se debatió en el sofá y gritó sin parar el nombre de Liliana. Liliana no pudo despertarlo mientras Zacarías entraba en pánico y se mordía la lengua.

Los dos estaban tan asustados que se apresuraron a abrir la boca de Zacarías y a toda prisa, Josué recogió los calcetines en el sofá.

Después de detenerle la lengua, Zacarías seguía sin despertarse y empezó a retorcerse. Liliana estaba tan ansiosa que tuvo que golpearlo.

Al ver que Liliana seguía pegándolé, dijo enfadado:

-¿Por qué me pegaste?

Liliana dijo alegre:

-Zacarias, estás despierto?

Josue añadio:

-Si no te pegamos, ibas a seguir viendo al fantasma.

Zacarias apretó los dientes.

–iPero no me peguen en la cara!

Josué continuó:

-Si no podemos pegarte en la cara, ¿deberíamos pegarte en el culo?

Liliana asintió:

-No te despertaste cuando te golpeamos en los brazos, así que tuvimos que golpearte en la cara.

Zacarias los fulminó con la mirada.

-Esas bofetadas debieron de ser algo personal.

Liliana parpadeó con cara de inocente.

-¡No, en absoluto!

Zacarias se acarició la cara hinchada. La niña estaba aprovechando la oportunidad para vengarse.

En ese momento, recordó lo que tenía en la boca y descubrió que eran sus calcetines. Josué le explicó de inmediato:

-No nos culpes, fue una emergencia y tus calcetines estaban por casualidad en el sofá.

Zacarías estaba temblando.

Liliana lo miró preocupada:

-¿Estás bien? ¿Quieres que te ayude a aplicarte la medicina?

Zacarías señaló la puerta:

-IFuera! ¿No crees que das asco?

*No creas que no sé lo que haces, que finges dar lástima para que todo el mundo te mime.

iFuera! No puedes usar este truco conmigo, isiento asco cuando te veo!

Liliana se quedó callada. Zacarias le gritó y ella no respondió nada. Ella quería darle la medicina a Zacarias y no engañarlo.

La cuerda roja en la muñeca estaba encendida, por lo que Liliana sintió que él había perdido el conocimiento y ella debería haber quitado la cuerda roja y luego golpear a Zacarias.

-Lo siento,

Los ojos de Liliana estaban rojos. Josué le pidió a Liliana que se fuera.

Vamos, se va a arrepentir!

Liliana se dio la vuelta, Josué la jaló.

Zacarias estaba de mal humor. Aquel sueño era demasiado realista y tampoco había advertencias.

En el sueño, el fantasma le arrancaba la carne. Ahora sentía un dolor en el pecho.

Odiaba a Liliana por preocuparse por él. Estaba acostumbrado a estar solo y nadie se preocupaba por él. Cualquier preocupación hacia él le haria sentir que no eran sinceros. Era mejor no dejarlos entrar en primer lugar.

Fuera de la puerta, todos preguntaron qué pasaba. Liliana estaba a punto de hablar y escuchó a Zacarías decir enfadado:

-iHay demasiado ruido!

Estaba a oscuras y quiso dar un portazo, pero vio que la puerta seguía rota.

-Alejate de mi, ¿qué estás mirando? -gritó.

Luis frunció el ceño.

-Zacarias…

Zacarias se burló:

—Oh, qué mal, no debería hablarles así a los abuelos. Majestades, creo que es hora de que se tomen un descanso. ¿Saben por qué la gente vive tanto? Es porque no se meten en los asuntos de los demás.

Hubo silencio. Todos apretaron los puños. Braulio dijo:

-IBien, démosle una lección!

Antonio sacó un palo de madera de detrás.

-¡Estoy de acuerdo!

Antonio no habló, su tez era fria. Beatriz temblaba de rabia.

-¿Cuál es el problema? ¿Tenemos que preocuparnos si quieres ponerte rebelde? ¿Qué tiene de bueno ser un niño? ¡Yo soy la mayor aquí!».

Beatriz se enfadó, se levantó, ¡y tomó el palo de madera de la mano de Antonio!

-Si no te atreves a hacerlo, yo lo haré por ti!

La última vez que golpearon a Zacarias fue cuando le dieron una paliza y lo enviaron a un hospital, asi nadie se atrevió a pegarle durante mucho tiempo.

que

¿Por qué tenían miedo de sermoncarlo? Era porque tenían miedo de que sus métodos fueran demasiado intensos y él se volviera más rebelde. ¡Ella no podía soportarlo más!

Beatriz tomó el palo de madera y se puso delante de Zacarías con agresividad y le dio un golpe en las

3.4

piernas. Zacarias miró a su abuela sorprendido.

Fue un milagro que Beatriz, que tenía las piernas paralizadas, se levantara. Todos se quedaron atónitos.

La anciana se levantó de la silla de ruedas, fue un milagro.

Zacarias tartamudcó:

-Mamá… Mamá, tú, tú…

Beatriz exclamó:

-¡No me detengan! Nadie puede impedir que hoy le dé una lección.

Liliana se sorprendió y olvidó por qué estaba tan triste después de que le gritó Zacarias.

-¡La abuela se levantó! ¡Incluso puede pegarle a la gente!».

Josué murmuro:

-Eso es una locura…

Zacarias gritaba en la habitación. Beatriz explotó:

-¿Te atreves a rebelarte?

-Yo también puedo ser rebelde!

iSi no te doy una lección, no sabrás si la sangre es roja!

iSi la próxima vez te escucho decir tonterías, te voy a dar una paliza!

Zacarias guardo silencio. No habló y permaneció en silencio.

Nadie habló, reflexionaron y pensaron que lo mejor era permanecer en silencio. Tal vez estaria mejor después de recibir una paliza.

A Liliana se le saltaron las lágrimas antes de entrar corriendo y abrazar a Beatriz:

-Abuela, ya no le pegues.

Tartamudeó:

-Zacarías se sentirá herido.

Beatriz tembló. Zacarias seguía terço y dijo con voz ronca:

-Vete! No necesito tu compasión.

 


Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

Read Ocho peculiares by Lalia Alejos

Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

Comment

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *

Options

not work with dark mode
Reset