Capítulo 167 Alguien cayó al agua
El apodo de Ibero esta vez era «Videos del Hermano Ibero-. El subió tres videos de una sola vez, los cuales eran demasiado largos, y un video podía dividirse en tres partes, luego grabó una narración en la que incluía sus explicaciones y desgloses. Estaba encantado con su nueva cuenta. Tan solo el nombre ya sonaba prometedor.
Pasó medio día e Ibero notó de que su cuenta no había ganado nada de popularidad.
-Imposible! Estos son buenos videos, videos de alta calidad. Solo necesita un empujón de visitas. Sí, un poco de estímulo haría que el video explotara.
Invirtió los dos mil que acababa de ganar, gastándolo todo en estimuladores de visitas, sin embargo, el resto del día pasó. Las visitas seguían bajas; solo consiguió un poco más de likes, pero solo un poco más de
mil.
-No, eso es demasiado lento…..
Ibero se estaba desesperando, y no sabía qué hacer. Se rascó la cabeza; los pensamientos comenzaron a aparecer en su mente. Nadie podía ver los aterradores ojos de sangre que tenía.
En Residencia Castellanos. Liliana acababa de comer, estaba tumbada en el sofá, dándose pequeños golpes en el estómago como si fuera un tambor.
-Tan redondo, qué estómago tan redondo. Un estómago feliz lleno de comida -tarareó.
Poli estaba de pie junto a la escalera, extendiendo el cuello y cantando:
-El pequeño cerdo es tan redondo, cierra los ojos y se queda dormido. Sus grandes orejas aletean y aletean, su pequeña cola se mueve y se mueve…
Liliana dijo de inmediato:
-¡Tú ere el cerdo! ¡Yo no soy un cerdo!
Beatriz se rio entre dientes.
-Liliana, no te sientes después de comer. Trae a tu papá, vamos a dar un paseo.
Liliana subió las escaleras de un salto.
-Por supuesto.
Poli también bajó de un salto, encorvando las y balanceándose detrás de ella.
-¡Vamos a dar un paseo! -Poli gráznó feliz.
as
Liliana se encontró con Braulio justo al llegar al final de la escalera y tiró de su brazo.
-Papi, vamos a dar un paseo!
-Por fin se acordó de mi!».
Miró la hora y asintió:
-De acuerdo.
Liliana levantó el frasco de las almas.
-¡Mami, vamos a dar un paseo!
«El tío decia que mamá nunca podría salir. Ahora que puede, debería estar feliz..
Solo para que Pablo la rechazara.
-No, estos días no puedo. Acabo de ir a ver a Julieta, ¡y están todos detrás de ella! Todavía tengo que atenderlos más tarde…
No había nada que hacer, después de todo, ella era la alumna más preciada. Liliana respondió:
-Está bien… -Consoló a Julieta-. Espera aun poco más, mamá.
Julieta le acarició la cabeza.
-No
pasa nada.
En la habitación de Ana, ésta levantó la cabeza con expresión de pena.
-Yo también quiero ir a dar un paseo, papá.
Luis apenas levantó la cabeza.
-Qué buenas orejas tienes. Cierra la puerta, no te irás hasta que hayas terminado.
Ana se quedó sin habla.
Luis estaba trabajando en sus diseños y vigilando a Ana mientras hacia los deberes. Se dio cuenta de que ella solo estaba escribiendo lo que creia que parecían letras. Las preguntas de matemáticas al lado eran un problema aún mayor. Luis estaba molesto y Ana quería llorar. Ambos, padre e hija, estaban dándose de golpes.
La Residencia Castellanos estaba situada junto al río de la ciudad, en el lado más ancho del mismo. La orilla que se adentraba en el agua tenía forma de media isla, por lo que recibió el nombre de Peninsula de los Cinco Elefantes. Detrás de la península estaba el mayor bosque forestal protegido por el estado, el Bosque Vera. La Residencia de los Castellanos estaba justo enfrente del bosque, frente al agua.
La brisa nocturna refrescaba al pasar sobre los árboles y río, dispersando el calor del verano. El puente de las mariposas centellaba con luces de ensueño, reflejadas en el rio como ondas resplandecientes. Liliana colocó su mochila en la espalda y estiró un brazo más allá del bordo.
-Guau! Es tan hermoso.
Braulio empujó a Beatriz, mirando a su alrededor con tranquilidad. Hacía tiempo que no se sentia tan libre, ya que, a pesar de estar a cargo de la vigilancia de la colina, rara vez tenía tiempo para disfrutar la paz
que tenia.
ili estaba extasiado volando de un lado a otro, y entrando y saliendo. Justo entonces, una serie de gritos de pánico llegaron desde la distancia; alguien gritaba. Beatriz levantó la cabeza.
-¿Qué está pasando?
Unas cuantas personas corrían y gritaban:
–¡Dos personas se cayeron al agua! ¡Son dos chicas!
Braulio frunció el ceño y se apresuró a echar un vistazo más de cerca. Liliana frunció el ceño al ver las
luces reflejadas en el agua, el pánico subía con lentitud en su pecho.