Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 123

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Capítulo 123 Trabajeros duro juntos

Liliana miro a Braulio con expresión de conflicto. No era culpa suya pensar así porque Braulio solia ser demasiado arrogante. Pero ahora agachaba la cabeza como si hubiera hecho algo malo. Liliana dijo:

No tengo mucho dinero en el bolsillo. Pero no te preocupes, papá. Puedo pedirle prestado al tio si no Tenemos suficiente dinero.

Y luego, trabajó duro para pagar la deuda. ¿Qué era ese dicho? Oh… Una hija pagaba la deuda de su padre..

Braulio no pudo evitar reirse con suavidad.

-Liliana, no debo dinero.

El exhaló un suspiro de alivio. Pensó que Liliana ya no queria un padre como él. Pero no esperaba que le dijera que quería ayudarle a pagar su deuda. Liliana pareció desconcertada y preguntó:

—Papi, ¿qué te pasa? Un joven no debería estar triste y abatido.

Braulio sonreía. Se puso en cuclillas junto a la cama y miró a Liliana.

-Ayer, ese espíritu femenino dijo algo sobre mí. ¿No me tienes miedo, Liliana?

Liliana sacudió la cabeza y dijo:

-Confio en ti, papá. No eres esa clase de persona. El abuelo y el tío Antonio dicen que eres un ángel, no un demonio.

Braulio se quedó estupefacto. Su corazón se llenó de calidez y suavidad.

-Gracias. Liliana.

Braulio extendió la mano y le dio un ligero golpecito en la nariz. Liliana se tapó de inmediato la nariz y soltó una risita:

-IDe nada!

Aunque Liliana confiaba plenamente en él, Braulio consideró necesario explicárselo. Se sentó en el borde de la cama, se estiró perezoso y se acostó, diciendo muy relajado:

-Ven aqui, recostémonos juntos.

Liliana se recostó de inmediato, con la cabeza apoyada en el hombro de Braulio. Estiró las piernas y extendió las manos. Braulio apoyó las manos detrás de la cabeza y dijo:

Hace algún tiempo que me encargué de una tarea. No puedo decirte de qué tarea se trató. Liliana, recuerda que nunca haré nada que vaya en contra del país y del pueblo.

Liliana asintió con la cabeza. Braulio continuó:

-Una bomba dentro de su cuerpo controlaba a esa chica.

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Le presentó con unas pocas palabras la situación, pero la bomba dentro del cuerpo de la chica no era una bomba ordinaria. Era una boniba suicida implantada dentro de su cuerpo. De lo contrario, no le resultaria imposible extraerla, La niña solo tenía siete años, era muy delgada y débil, y parecía solo un poco mayor que Liliana. Ella fue testigo de cómo murieron sus padres y su hermana. Debería aprovechar su simpatia hacia ella para hacerlo explotar. Pero en el último momento lloró y le dijo que no quería morir.

-Le dije que se escondiera en el auto primero. -Braulio miró al techo, diciendo-. También le prometí que la salvaría. Pero rompi mi promesa.

La situación era crítica y cometió un error. El lider terrorista subió al todoterreno.

-Mi disparo no le dio a la niña, solo al malo. Pero, por desgracia, la niña también siguió y murió… así que el espíritu femenino de anoche no contó toda la historia.

Liliana comprendió y murmuró:

-Lo sabía. Esa fantasma es muy mala. -Liliana miró a Braulio y le preguntó con suavidad-: Papá, ¿estás

triste?

La voz de Braulio se volvió ronca:

-Si. No soy lo bastante fuerte.

Liliana miró a su papá, estaba como en trance.

-¿Así que papá era igual que ella? También se sentía incómodo y sofocado».

-Papi seguirá siendo tutor? -preguntó Liliana de repente.

Braulio la miró v asintió con firmeza:

-Si.

y

Antes solo lo hacía por el país, porque estaba solo y no tenía preocupaciones. Ahora comprendia todavía más el significado de la tutela. Se preocupaba por su hija. Donde estaba un país, estaba un hogar, y él queria que Liliana creciera con libertad bajo el sol. Liliana parecía un poco confusa y preguntó con voz apagada:

-¿No te sentirás triste si ves esas cosas malas en el futuro?

Braulio sonrió y contestó:

-Si, lo estaré, pero no pasa nada. Lo que cada uno de nosotros hace tiene su significado. Antes, cuando volvía del trabajo, me comía un gran helado… y entonces todas las cosas infelices se olvidaban.

Liliana comprendió de repente, y el sentimiento opresivo de su corazón desapareció al instante.

-¡Sí! -Liliana se dio la vuelta, se levantó, levantó el pulgar y lo presiono sobre la frente de Braulio como un sello, diciendo-: ¡Papá es increíble! ¡Trabajemos duro juntos!

Braulio rio con suavidad, levantó el brazo, tomó a Liliana y le hizo cosquillas en el hombro. Liliana se rio tanto que no podia recuperar el aliento, gritando:

–Rayo de acción, biu!

Braulio fingió recibir un disparo y cayó a un lado:

–Eh… (Perdit

Liliana se levantó de inmediato y le hizo cosquillas a Braulio. Mientras los dos se divertian. Beatriz empujó la puerta.

¡Qué están haciendo! Beatriz lo fulminó con la mirada y le dijo: Eres un adulto, pero sigues siendo tan infantil. ¿Y si no puede respirar si se ríe demasiado?

Braulio se incorporó pronto.

-Sí, sí, lo siento.

Liliana también se sentó derecha con las manos en las rodillas, asintiendo y diciendo:

-¡Sí, sí, lo siento, lo siento!

Beatriz estaba molesta y divertida.

-Bajen a cenar.

Abajo, Ana estaba de pie en una silla junto a la mesa, recogiendo rápido la comida y amontonándola en el tazón de Liliana antes de sentarse.

Hugo arrugó la frente y dijo con severidad:

-Comerá sola. ¿Por qué le diste tanto de comer?

Luego miró a Josué y le preguntó:

-Oye, ¿por qué empezaste a comer antes de que todos estuvieran sentados?

Josué dejó los cubiertos

y murmuró:

-Abuelo, por favor, no seas tan estricto con nosotros.

Hugo resopló y por instinto dijo:

-Soy estricto con todos.

Antonio, Ana y Josué lo miraron con rostro de incredulidad. En ese momento, Liliana bajó, y Hugo la miró aliviado.

Liliana, ven a comer.

Hugo tomó un trozo de carne. Antonio apretó el puño y tosió mientras miraba la escena.

-iEjem!

Después de terminar la comida. Liliana se frotó la barriga y se desplomó en el sofá, sin ganas de moverse. De repente, recordó las palabras de su padre sobre comer un gran helado. Liliana se acercó de inmediato a

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Braulio, susurrando:

-Papi, podemos ir a comer un helado grande mañana?

Braulio la miró y bajó la voz:

-De acuerdo, no se lo digas a tu abuelita.

Beatriz trajo unas frutas y entrecerró los ojos, preguntando:

-¿Qué malas ideas están tramando otra vez?

En el momento que Liliana vio las frutas, salió corriendo.

-¡Abuelita, estoy llena! Si como más, se me saldrá la comida por abajo.

En cuanto terminó de hablar, salió corriendo rápido. Braulio miró al frente y dijo:

-Yo también me voy arriba.

Beatriz le dijo:

-Detente.

Braulio hizo una pausa y se dio la vuelta para preguntar:

-¿Qué pasa?

Beatriz dijo inexpresiva.

-Acaba primero la fruta.

 


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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