Read Ocho peculiares by Lalia Alejos Capítulo 115

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Capítulo 115 Ana la holgazana de los estudios

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Cuando la Abuela Castellanos habló con Araceli, ella tan solo admitió que no se sentía bien. La Abuela Castellanos no vio nada raro en ella, así que la vigiló y la dejó volver a descansar. A las ocho o nue noche, el sonido de la lectura llegó de la habitación de Liliana. Darío puso una expresión severa parecida a la de Antonio. Josué estaba apoyado en la cómoda de Liliana jugueteando con su videograbadora.

En el escritorio, Liliana sostenía un libro de texto con ambas manos por encima de la cabeza. Ana leía en voz alta el poema del libro de texto. Dario la miró sin esperanza. Lo que leía en voz alta era diferente del libro de texto. Se limitaba a decir algunas palabras al azar. Dario dijo con severidad:

-¿Recordaste lo que te enseñé hace un momento?

Ana miró el rostro serio de él, que daba todavía más miedo que su padre. Puso rostro largo y dijo:

-Sí.

Josué sonrió satisfecho:

-¿Todo?

Ana entró en pánico:

-ISI! ¡Si! ¡Si!

Dario entrecerró los ojos.

-Bien, te pondré a prueba.

No le exigió que acertara todas. Con dos sería suficiente. Liliana miró a Darío y a Ana de un lado a otro.

iDarío es tan feroz!..

Ana miró a Liliana en busca de respuestas. Antes de que pudiera decir algo, Darío la fulminó con la mirada. Liliana rápido cerró la boca y le indicó a Ana que pensara por sí misma la respuesta. Ana se quemó los sesos, pero siguió respondiendo de forma errónea a las pistas dadas por Dario. El estaba tan molesto que dejó de enseñarle.

-¿Qué demonios le pasa?-.

-¡Pídele al tío Luis que te enseñe!

Ana lloró lastimera:

-No, por favor, mi padre está muy molesto conmigo. Podría darle un infarto si vuelvo a ir a verlo.

Darío se burló:

-También lo sabías?

No le enseñaré más!..

Lihana se tapó la boca y soltó una risita mientras Ana la miraba en busca de ayuda. Liliana suplicó por Ana.

13

–Darío. Ana conocía sus errores. Enséñale otra vez y lo contestará de forma correcta.

Bien… iCinco minutos más

-Aprendelo tú solal

Después de cinco minutos, Darío tiró el libro y se fuc. Ana volvió a contestar mal. Liliana y Ana se miraron.

-Lo memoricé mal otra vez?

-Está mal. Dario acaba de explicarlo.

Ana no recordaba nada de lo que le enseñó Dario. Liliana la miró con simpatía:

-Ana, ¿eres la holgazana de los estudios?

Liliana siguió a Josué a la escuela una vez, ella llegó a saber cuál es la diferencia entre un estudiante de grado superior y un holgazán de estudio.

No queria -dijo Ana.

-Aprender es demasiado dificil. ¿Por qué existe el estudio? ¿Por qué existen los exámenes?”.

Liliana la acarició y la consoló:

-¡Lávate y duérmete!

Se quitó las pantuflas y se tiró en la cama de Liliana:

-Quiero dormir en tu habitación..

Las dos niñas miraron a Josué. El dijo con suavidad:

-Me quedaré un poco más.

¿Por qué es un niño? El también quiere dormir en esta habitación».

Josué no quería volver a su habitación. ¿Qué hacer en caso de que ese espiritu femenino apareciera de nuevo? De repente, Liliana corrió a su cómoda y sacó un talismán amarillo del pequeño cajón.

-Josué, toma esto. No tengas miedo.

Liliana lo miró como si supiera lo que estaba pensando. Josué se sonrojó y dijo:

Quién dijo que tengo miedo? Si tuviera miedo no inventaría el aparato para ver espiritus…

Ana exclamó:

-¿Qué? Josué tiene miedo de los espíritus? Ja, ja, ja, ieres un cobarde!

Josue se molestó por la burla y se marchó. Ana se tocó de forma inocente la nariz.

23

Lo que dijo no está mal!..

A medida que la noche se lácia más profunda, solo unas pocas luces nocturnas estaban encendidas en la Mansión Castellanos. Josué preparó su tazón de hierro en la habitación y colocó una hoja ritual bajo su almohada. Luego colgó en su pecho el talismán que le dio Liliana. Sintió escalofríos al ver que las cortinas se mecian cuando soplaba el viento. Tuvo la sensación de que estaba gente debajo de su cama, en el baño y detrás de la puerta. Estaba gente por todas partes. Josué se tensó y poco a poco se fue quedando dormido.

Whoosh!

Sopló el viento. Se escuchó un sutil chasquido procedente de la puerta, como si alguien estuviera abriéndola con una llave. Josué arrugó la frente en sueños. Parecia que tuvo una pesadilla. La puerta se abrió sin chirriar. Una persona se acercó de puntillas a él y se quedó mirando su figura dormida. De repente, una mano se acercó cada vez más a él…

Las pestañas de Josué se agitaron. Sintió algo en sus sueños y se puso más inquieto. Abrió los ojos con brusquedad, asustado por su pesadilla. Cuando se acostumbró a la oscuridad de la habitación, recordó su sueño y de forma inconsciente se dio la vuelta para mirar a la puerta. Sus pupilas se encogieron.

-La puerta de la habitación… ¿Cuándo se abrió?».

3.3


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Score 9.9
Status: Ongoing Released: 12/16/2023 Native Language: Spanish
Ocho Peculiares" by Lalia Alejos is a captivating novel that intricately weaves together the lives of eight peculiar characters, exploring the depths of their eccentricities and the interplay of their destinies in a rich narrative that transcends conventional storytelling boundaries.  

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Detail Novel

Title: Read Ocho peculiares by Lalia Alejos
Publisher: Rebootes.com
Ratings: 9.3 (Very Good)
Genre: Romance, Billionaire
Language: Spanish    
 

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Capítulo 1

Ciudad Lavanda, primera zona residencial; Mansión Juárez. Hoy era el festival de las linternas. Luces de colores estaban decoradas alrededor de la casa, dando un toque de calidez a la fría atmósfera de la Familia Juárez. De repente, un grito resonó por toda la mansión. —Ay. Seguido de un ruido sordo, ¡una mujer embarazada cayó por las escaleras! Todos se sorprendieron y corrieron hacia ella. Esteban Juárez, presidente de la Corporación Ador Juárez, preguntó rápido: —Débora, ¿estás bien? El rostro de la mujer palideció al ver la sangre fresca que le corría por las piernas. Horrorizada, respondió: —Esteban, me duele... Nuestro bebé... ¡Rápido, salva a nuestro bebé! La madame de la casa, Paula Andrade, presa del pánico, preguntó: —¿Qué sucedió?
Débora miró hacia lo alto de las escaleras con lágrimas en los ojos. Todos levantaron la vista y vieron a una niña, de unos tres años, de pie en lo alto de la escalera. Al ver la mirada de todos, abrazó con fuerza el conejo de juguete que tenía en los brazos, asustada. Ricardo Juárez rugió furioso: —¿Fuiste tú quien empujó a Débora? La niña hizo un berrinche. —No fui yo, y yo no... Mientras lloraba, Débora suplicó: —No... Papá, no es culpa de Liliana. Todavía es joven, y ella no quería... Sus palabras reafirmaron rápido que era culpa de Liliana. Los ojos de Esteban se oscurecieron, y ordenó de inmediato: —¡Enciérrenla en el ático! Me ocuparé de ella en cuanto regrese. El otro se apresuró a enviar a Débora al hospital mientras los sirvientes arrastraban a Liliana escaleras arriba. Incluso cuando se le cayó un zapato, mantuvo un rostro obstinado y no suplicó ni gritó pidiendo ayuda.

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